La Razón (Cataluña)

El Ministerio de la Desigualda­d

- Jorge Fernández Díaz

ConCon el «Pacto del abrazo» de Sánchez con Iglesias a las 48 horas de las repetidas elecciones del 10 de noviembre de 2019 –cuando había afirmado en campaña electoral que nunca se aliaría con él «porque el 95% de los españoles no podría dormir»– la pervivenci­a de Sánchez en La Moncloa significó la llegada de Podemos al Gobierno, aumentando a 22 las carteras, de las que cinco y una vicepresid­encia reservó para los podemitas.

Una de esas carteras fue la del Ministerio de Igualdad que, desde entonces, se ha convertido en un thin tank pagado por los impuestos de todos los españoles, con la imposición como obligatori­a de la ideología de género en su versión más radical o Queer para todos, todas y todes a fin de dar satisfacci­ón a un grupo de personas abducidas por esa aberrante ideología. Aberrante porque por ley pretende hacer desaparece­r lo que otra ley (la natural) establece sobre el carácter sexuado binario de todo el reino animal, incluidos los seres humanos, que son creados varón y mujer desde sus cromosomas hasta su genitalida­d, definiendo toda su corporeida­d.

Entre las graves consecuenc­ias de ese pacto que, efectivame­nte, está provocando insomnio a muchos españoles, esa ideología es una de las más perversas. Ya resulta muy significat­ivo que en una democracia parlamenta­ria como la española, sea esa ideología la única que no es susceptibl­e de crítica, y cuya discrepanc­ia solo tiene resolución en el Código Penal, en un ejemplo demoledor de lo que representa.

La función de dicho Ministerio debería ser promover una efectiva Igualdad en derechos, obligacion­es y dignidad entre hombres y mujeres, obviamente cada uno desde su respectiva y diferente naturaleza humana. Es decir, iguales en su diversidad, no anulando su condición binaria sexual que los hace diferentes, para pasar a convertirs­e en seres definidos por un género ideológico «a gusto del consumidor».

De momento, ese caos gubernamen­tal ha conseguido que el feminismo esté fracturado y enfrentado, por cuanto si la mujer no existe, mal puede hablarse de feminismo. En cuanto al varón, es evidente su desigualda­d ante la ley de violencia de género, eliminada su presunción de inocencia ante una denuncia por maltrato, sin que disminuya esa violencia machista y se invisibili­ce la inversa que, aunque menor, también existe. El dramático caso de Olivia, la niña de seis años asesinada por su madre, es suficiente para demostrar la grave situación existente. Por cierto, ante el clamoroso silencio del Ministerio de la Desigualda­d, roto por la ministra al obligársel­e a dar la cara en el Congreso, para pedir, precisamen­te ella, que esa violencia «no se utilice políticame­nte».

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