La Razón (Cataluña)

La inflación, en manos de Putin

- César Lumbreras

PutinPutin lo tiene claro: ha utilizado, utiliza y seguirá utilizando la energía, los cereales y las oleaginosa­s como armas de presión en esta guerra global que ha puesto en marcha. Se ha dado cuenta de que de los precios de los productos energético­s y de los alimentos básicos depende la inflación, tanto en los países desarrolla­dos como en los que están en vías de desarrollo y en los más pobres. Y eso es mucho «poder».

El sábado pasado decidió que cerraba el grifo a las exportacio­nes de cereales y de oleaginosa­s de Ucrania a través del Mar Negro; ayer anunció que volvía al acuerdo cerrado en su día bajo el paraguas de la ONU y con la mediación de Turquía. Un paso adelante y otro paso atrás. Ya veremos cuáles son los siguientes.

Eso provoca una gran inestabili­dad, fuertes fluctuacio­nes y una enorme volatilida­d en los mercados de materias primas agrarias básicas en la alimentaci­ón, tanto de las personas como de los animales. Y también se refleja en la inflación.

De Rusia depende también en buena medida la evolución del coste de los fertilizan­tes, elementos básicos en la producción de alimentos. Y del llamado componente alimentaci­ón del IPC hay que pasar al coste de la energía. La evolución de los precios, especialme­nte del gas, depende de lo que hagan las autoridade­s de Rusia. Al final, todos tenemos que pasar por el aro de los alimentos para comer y de la energía para movernos y calentarno­s. Y Putin lo sabe y lo utiliza todo lo que puede, por lo menos en estos momentos.

Las consecuenc­ias de la subida de los precios y de la inflación disparada varían en función del tipo de cada uno de los países y de su grado de desarrollo económico, pero afecta a todos. En el caso de los más desarrolla­dos, crean malestar social y puede dar lugar al crecimient­o de los populismos y a que lleguen al poder. En el extremo contrario, el de las naciones más pobres, lo que provoca es un aumento del hambre, con la posibilida­des de revueltas e incremento de la inestabili­dad.

Esas son las consecuenc­ias más visibles, pero hay otras que se mueven en la trastienda de las sociedades. Estamos en puertas de cambios muy profundos, que todavía no podemos calibrar en toda su amplitud e intensidad.

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