El negociete ferrovial
Autor: Joan Yago. Directora: Beatriz Jaén. Intérpretes: Paloma Córdoba y Esther Isla. Teatro María Guerrero, Madrid. Hasta el 13 de noviembre.
Con un título tan irónico como su contenido, «Breve historia del ferrocarril español» es una obra sobre los tejemanejes mercantiles de la Corona, y de algunos destacados políticos y empresarios, durante una buena parte del siglo XIX en nuestro país. La función se articula como una especie de charla dramatizada en la que dos mujeres, cuya justificación como personajes queda deliberadamente sin aclarar, se dirigen al público para poner en su conocimiento los acontecimientos que se sucedieron desde la abolición por parte de Fernando VII de la ley sálica, con todo el problema político y sucesorio que de ello se derivó, hasta el exilio de la reina Isabel II. Es verdad que falta perspectiva y distanciamiento para juzgar unos hechos –a veces mejor alimentados en el anecdotario que en la historiografía rigurosa– que se presentan al espectador bajo un prisma moral descaradamente extemporáneo. Pero también es cierto que esa «manipulación» del contexto ético sirve para multiplicar el efecto satírico, por un lado, y permite muy bien, por otro, establecer una perspicaz analogía entre la situación entonces de Isabel II, puesta en entredicho y obligada a abandonar España tras haberse lucrado con la construcción de la red ferroviaria, y la que vive hoy Juan Carlos I, igualmente invitado a marcharse lejos después de haber recibido, presuntamente, comisiones ilegales por la construcción del AVE a La Meca. Aunque carece de conflicto en el nivel puramente representativo, pues todo emana de una narración compartida a dos voces, la obra está escrita con un formidable sentido de la acción y del ritmo; y además, en la inteligente y juguetona puesta en escena que ha hecho Beatriz Jaén, cobra una admirable dimensión teatral que no era fácil de advertir sobre el papel. En el reparto, dos intérpretes muy apropiadas para participar en ese juego que propone la directora, entrando y saliendo sin cesar en los numerosos personajes que salen a colación sin abandonar del todo el rol narrativo que ambas tienen que desempeñar. Son Paloma Córdoba y Esther Isla, una actriz, esta última, de una versatilidad que merecería mucha más atención de la que recibe por parte de productores y directores.