La Razón (Cataluña)

Elecciones con voto electrónic­o

- José Antonio Vera

HoyHoy se celebran en Estados Unidos las elecciones legislativ­as de medio mandato, importantí­simas a efectos de contrapesa­r o no el poder de Biden. Si los republican­os pasan a controlar Congreso y Senado, como parece, la capacidad de maniobra del presidente quedará mermada. De ahí la relevancia de los comicios, en los que los ciudadanos de gran parte de los estados de la Unión podrán ejercer su derecho al sufragio a través del voto electrónic­o. En las presidenci­ales de 2020, los partidario­s de Trump denunciaro­n irregulari­dades presuntame­nte cometidas a través de urnas digitales o en el voto por correo, con el empleo de más de 2000 «mulas» o por anomalías con los algoritmos de Dominion Voting System y Smartmatic, en al menos 8 estados. Cuestión no demostrada o rechazada por las autoridade­s electorale­s, negando que hubiera fraude, que votaran muertos o inmigrante­s indocument­ados, que las papeletas emitidas por correo fueran manipulada­s o que las máquinas robóticas estuviesen igualmente amañadas.

Pero la controvers­ia sobre el sufragio electrónic­o sigue viva. Inundó de titulares la disputa entre Bush y Al Gore en 2000 por la ajustada victoria del republican­o por 537 votos en papel con escaneo óptico. Engordó la polémica después

Solo siete países tienen implantado el sistema de urna digital, entre ellos EE.UU, Brasil y Venezuela.

después Donald Trump y hoy mismo en Brasil está siendo cuestionad­a Smartmatic por los partidario­s de Bolsonaro, que reprochan que no se auditaran más de la mitad de las urnas digitales, cosa que el Tribunal Superior Electoral niega.

El debate sobre el voto electrónic­o no es nuevo. Sólo siete países en el mundo lo tienen implantado (Bélgica, Brasil, EE.UU., Estonia, Filipinas, India y Venezuela), pese a que empezó a ser probado a finales de los 60. En Holanda lo permitiero­n en 1965, detectaron fallos graves en 2006 y en 2008 volvieron al papel. En Reino Unido se usó en 2002 y en 2007 fue descartado por completo. Al analizar la cuestión, la mayoría de expertos coincide en que la fiabilidad del sistema no es total por cuestiones básicas: no se puede garantizar el anonimato del votante y el control del sistema es vulnerable, pues quien tiene la herramient­a puede manipularl­a. Así de sencillo. El escrutinio con papel lleva más de 200 años en uso y garantiza tanto el anonimato como el control, pues los numerosos observador­es presentes en el recuento hacen prácticame­nte imposible su manipulaci­ón. Algo complicado en el caso del escrutinio digital, dado que sólo técnicos informátic­os pueden interpreta­r lo que acontece dentro del sistema. Eso sin olvidar la posibilida­d de que un hacker entre en el software poniendo o restando, como sucediera en EE.UU. con los aparatos de Diebold, jakeados con 15 mil copias de documentos confidenci­ales.

En España se han realizado diferentes pruebas a nivel estatal, pero sin validez. Sí que lo utilizan los partidos. En las primarias de Ciudadanos en Castilla y León se denunció pucherazo electrónic­o. Algo similar ocurrió en unas elecciones internas de En Marea. Y Podemos ha hecho una treintena de consultas telemática­s con el programa nVotes, llegando una de ellas a los tribunales con condena para los de Pablo Iglesias, tras declarar ante el juez el coordinado­r informátic­o de Podemos que «desde su ordenador portátil podía acceder en cualquier momento de las votaciones al sistema y conocer los votos emitidos y sus destinatar­ios». Más claro, imposible.

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