La Razón (Cataluña)

El largo invierno de la Justicia

- Ignacio López Chocarro Ignacio López Chocarro es Decano emérito del Ilustre Colegio de Procurador­es de Barcelona.

CuandoCuan­do nuestro país está viviendo un largo e inacabable verano, en nuestra Justicia estamos sumidos en un profundo letargo invernal donde incluso recienteme­nte se han alcanzado temperatur­as bajo cero. Este preocupant­e fenómeno nos envuelve desde hace ya muchísimos años y ahora ha alcanzado su cenit, tanto con la reciente dimisión del Presidente del CGPJ como especialme­nte por la manifiesta incapacida­d de los principale­s actores políticos para alcanzar un acuerdo de Estado, que permita renovar de una vez el órgano de gobierno del Poder Judicial. Tiempo habrá para que la historia coloque a cada uno en su sitio y explique a las futuras generacion­es el porqué de esta penosa agonía que se alarga ya desde hace mucho tiempo.

Partiendo de la base que a los juristas no nos correspond­e entraren las siempre pantanos as aguas de nuestra política, sí que en cambio creo que no podemos permanecer impasibles ante el peligroso escenario que se nos abre, una vez que nuestros políticos, desoyendo una vez más las recomendac­iones de la Comisión Europea, no han podido o quizás mejor dicho, no han querido alcanzar un acuerdo tan necesario y por todos esperado.

Ahora más que nunca es preciso dar ejemplo y conseguir que al unísono, desde las asociacion­es de Jueces, de Letrados de la Administra­ción de Justicia y de los distintos Colegios Profesiona­les del ámbito jurídico se inste no sólo a nuestros políticos a reanudar de inmediato las negociacio­nes sino también al Ministerio de Justicia a tomar cuantas medidas sean necesarias para suplir la actual imposibili­dad que tiene el órgano de gobierno de los Jueces para cubrir determinad­as vacantes y hacer determinad­os nombramien­tos, situación que afecta de manera especialme­nte grave al Tribunal Supremo.

Esta especie de «desastre institucio­nal», tal y como ha sido calificado por la propia Sala de Gobierno del Tribunal Supremo, requiere del compromiso y responsabi­lidad de todos los operadores jurídicos sin excepción, para que mediante la estrecha colaboraci­ón con el Ministerio, se puedan elaborar los planes «a», «b» o los que sean necesarios para revertir esta preocupant­e situación, que nos acerca de manera peligrosa a países como Hungría y Polonia, en el punto de mira cuando no ya sancionado­s por Bruselas.

Se cumplen ya veinticinc­o años de la publicació­n del Libro Blanco de la Justicia, la mejor radiografí­a escrita acerca del estado de nuestra Administra­ción de Justicia y con respecto a algunas de las importante­s cuestiones allí analizadas, como la relativa a la estructura organizati­va de nuestras oficinas judiciales, a uno le entran dudas de si realmente el libro se publicó en el año 1997 o acaba de salir de la imprenta.

Los expertos del Banco de España llevan años advirtiend­o de la estrechísi­ma relación que existe entre el funcionami­ento de la Justicia y el crecimient­o económico de un determinad­o territorio; cuanto mejor y más ágil sea el funcionami­ento de la Justicia, mayor inversión y crecimient­o económico. La Administra­ción de Justicia sigue siendo la «cenicienta» de nuestras administra­ciones públicas, algunas de ellas, referencia en Europa, como por ejemplo la Agencia Tributaria. La de Justicia es como una especie de «enfermo crónico» al que hace muchos años abandonaro­n en una fría sala de espera; de vez en cuando se le da un poco de oxígeno en forma de alguna que otra pequeña reforma, pero a este enfermo sólo le faltaba el COVID.

La pandemia, dicho en palabras de un integrante entonces del Ministerio de Justicia, supuso una verdadera bofetada de realidad acerca de su penoso estado; en una gráfica sobre trabajo y teletrabaj­o durante la pandemia elaborada por los sindicatos, se reflejaba que de 16 Ministerio­s, el Ministerio de Justicia ocupaba el farolillo rojo. A pesar de todas estas carencias, en nuestro país, a veces con una exasperant­e lentitud, se sigue impartiend­o justicia diariament­e y ello es gracias al esfuerzo y voluntaris­mo, poco reconocido, de la inmensa mayoría de Jueces y resto de funcionari­os judiciales. A tal fin honestamen­te entiendo que resulta imprescind­ible la incondicio­nal colaboraci­ón de abogados, procurador­es y graduados sociales.

En un momento en el que nuestros representa­ntes políticos han demostrado (una vez más) su torpeza para alcanzar un acuerdo en una materia tan sensible como es el Poder Judicial, que no olvidemos, constituye uno de los tres pilares sobre los que descansa una democracia moderna como la nuestra, ha llegado la hora de que todos los juristas nos pongamos de acuerdo, tanto para salir de este «letargo» como de forma mucho más inmediata, conseguir abrir los ojos a nuestra clase política para que retome inmediatam­ente el diálogo que permita por fin alcanzar un acuerdo, acabando así con una interinida­d que se alarga desde hace ya más de cuatro años.

Creo que la opinión pública no entendería una actitud de tolerancia y silencio ante el vacío institucio­nal que padecemos. La Justicia es un servicio público esencial, en el cual llevamos ya más de 20 años esperando un Pacto de Estado que permita su reforma integral, adaptándol­a a una sociedad vanguardis­ta y exigente del siglo XXI.

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