La presión fiscal, disparada
ElEl Gobierno siempre ha estado obsesionado con acercar la presión fiscal española a la media europea. Como si la exacción fiscal promedio de Europa tuviese que ser por necesidad la referencia hacia la que orientarnos: como si copiar la política fiscal de Italia o de Grecia fuera a mejorar nuestra situación económica o el bienestar de los ciudadanos. Pero, manteniendo como horizonte semejante mantra, el Ejecutivo de PSOE-Podemos está logrando alcanzar ese nefasto objetivo: en 2021, la ratio de ingresos públicos sobre el PIB ascendió al 43,7% frente al 47,2%. Apenas 3,5 puntos de diferencia cuando antes de la llegada de Sánchez al poder era de 7 puntos. ¿A qué se debe este incremento de los recursos en manos del Estado? No a que se haya subido formalmente ningún gran impuesto de un modo descarnado, sino a la coincidencia de dos circunstancias. Por una parte, el afloramiento de la economía sumergida tras la pandecido mia: en la medida en que un mayor porcentaje de las transacciones que ejecutamos en nuestro día a día haya pasado a la economía formal –por ejemplo, con el incremento del comercio electrónico y la correspondiente reducción de los pagos en metálico en el pequeño comercio presencial–, las bases imponibles han aumentado solas. Por otra parte, la inflación: el incremento de los precios no sólo erosiona el poder adquisitivo de los españoles, sino que, en la medida en que sus ingresos nominales se incrementen –subidas de las pensiones y de los salarios o de los ingresos de los autónomos–, tales contribuyentes pagarán una mayor cantidad de impuestos aun cuando no se hayan enriqueeste en términos reales –incluso podría ocurrir lo contrario–. Es decir, que los políticos están haciendo caja con la inflación. Por eso, el Gobierno de PSOE-Podemos se ha negado a deflactar el IRPF. Para subirles los impuestos a los ciudadanos sin tener que pasar por el Parlamento. Lo peor de todo, empero, no es que el afloramiento de la economía sumergida o la propia inflación estén llenando las arcas del sector público. Todo ello podría resultar relativamente disculpable si, con posterioridad, el Ejecutivo devolviera tales sumas dinerarias a los contribuyentes. Pero no, las gasta a manos llenas consolidando un Estado elefantiásico. Maximizar el expolio para maximizar el Leviatán.