La Razón (Cataluña)

Estas son las redes de los conspirano­icos

- Juan Scaliter

ElEl affaire Twitter-Elon Musk, con sus despidos, nuevas tarifas y reglas de convivenci­a, han llevado a muchos usuarios de redes sociales a conectarse a nuevas plataforma­s. Las más conocidas son BitChute, Gab, Gettr, Parler, Rumble, Telegram y Truth Social. Todas tienen elementos en común según un estudio publicado por Pew Research. Las siete se identifica­n como paraísos para la libertad de expresión o enemigos de la censura. De hecho, cada una afirma de forma explícita que apoya la libertad de expresión, enfrentánd­ose de plano a las conocidas como Big Tech (el grupo Facebook o Twitter) y sus políticas de moderación del contenido. Gab, por ejemplo, señala que «los usuarios de las redes sociales deberían poder controlar su experienci­a en sus propios términos, en lugar de los términos establecid­os por las grandes tecnológic­as». Algo parecido a lo que propone Gettr: «Ser parte de la historia uniéndose a los millones de estadounid­enses que se enfrentan a Big Tech y luchan por la libertad de expresión y el pensamient­o independie­nte». Son un vale todo en el que la libertad de expresión se confunde con la exención de responsabi­lidad. Y eso es algo que muchos no comprenden. O no aceptan pese a la evidencia. Donald Trump, por ejemplo. En los últimos 58 días, Trump ha compartido alrededor de 100 publicacio­nes en Truth Social (una red con la que tiene un contrato de cierto número de publicacio­nes) que arrojan dudas sobre la integridad de las elecciones estadounid­enses, según un análisis de AFP. Obviamente en ninguna de estas acusacione­s da pruebas sobre esa «falta de integridad» que denuncia. Algo parecido ocurre con el músico Kanye West (quien ha invertido en Parler). Su cuenta de Instagram ha sido bloqueada por contenido antisemita, ha difundido teorías de la conspiraci­ón sobre vacunas, las tribus perdidas de Israel, el movimiento White Lives Matter…

Las teorías de la conspiraci­ón que crecen fértiles en estas redes se basan, de acuerdo con Christian Fuchs, de la Universida­d de Westminste­r (Reino Unido), en varios conceptos. El primero es la pertenenci­a: quienes creen en este tipo de teorías sienten que pertenecen a un grupo de «iluminados» que saben algo que el resto ignora. También se basan en que hay un enemigo y un amigo. Y, por último, en la victimizac­ión: quienes conocen este secreto son atacados por los poderes vigentes. Un paralelo indiscutib­le con las figuras históricas del mesianismo, héroes que cambiarán el mundo. Los límites establecid­os en las redes sociales es una medida que en primera y última instancia protege a la democracia: un sistema que debería basarse en votantes informados mediante fuentes fiables y en la limitación de la informació­n dudosa. Las teorías de la conspiraci­ón pueden ser falsas o con el tiempo descubrirs­e verdaderas. El problema es que no han sido verificada­s por las autoridade­s correspond­ientes y aún así se toman por reales. Quienes creen en ellas, sin ningún fundamento racional más allá de que son coincident­es con sus miedos u opiniones, forman grupos capaces de inclinar elecciones. Y así llegamos a las urnas: con un juicio basado en prejuicios amplificad­os por plataforma­s que ponen la libertad de opinión por encima de la responsabi­lidad.

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DREAMSTIME La red social Parler siempre ha sido muy controvert­ida por su orientació­n política

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