La Razón (Cataluña)

El Rey padre y Felipe González

- Luis María Anson de la Real Academia Española

FelipeFeli­pe González es el gran hombre de Estado español en el siglo XX como Antonio Cánovas del Castillo lo fue en el XIX. He reiterado en numerosas ocasione esta afirmación. La ideología política de Felipe González es distinta a la mía en múltiples aspectos y desde la objetivida­d que presidió las páginas del ABC verdadero le combatí en numerosas ocasiones con dura intensidad. La ecuanimida­d, sin embargo, y el sentido de la Historia exigen reconocer en Felipe González su alta calidad de hombre de Estado.

El que fuera presidente del Gobierno socialista durante catorce años ha declarado a la agencia Efe: «El viejo Rey Juan Carlos I fue Rey constituci­onal antes de que hubiera Constituci­ón, porque cedió todo el poder que tenía y los puso en manos de Adolfo Suárez».

Y añadió Felipe González: «No estoy dispuesto a olvidar la inmensa contribuci­ón que para el paso de la dictadura a la democracia, y en el proceso de consolidac­ión, hizo Juan Carlos».

Admirables las palabras de Felipe González frente a los sectarios y los cantamañan­as que disfrutan, desde su mediocrida­d, devastando a un Rey, cuyo balance es abrumadora­mente positivo. Historiado­res de máximo prestigio han situado su reinado entre los cuatro más destacados de la Historia de España, junto a los de Carlos I, Felipe II y Carlos III.

Y quiero recordar a los miserables que se dedican a denostar al Rey padre que la Justicia más independie­nte de Europa y un fiscal de izquierda radical, Yves Bertossa, le han exonerado del menor indicio de delito tras investigar treinta años de su gestión política. La Justicia española, por su parte, atizada por una fiscal de extrema izquierda, Dolores Delgado, tras investigar los últimos ocho años, en los que carecía de inviolabil­idad, concluyó exonerándo­le también del menor indicio de delito.

Son muchos, son incontable­s las españolas y los españoles que se sienten avergonzad­os de lo que han hecho con el Rey padre unos ruines acomplejad­os, incapaces de rectificar tantas acusacione­s infundadas, mientras Juan Carlos I, ya anciano, vive en un país lejano porque aprendió junto a su padre Juan III que la Institució­n Monárquica está por encima de las personas.

«González: No se puede olvidar la inmensa contribuci­ón de Juan Carlos I en el trasvase de la dictadura a la democracia»

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