La Razón (Cataluña)

Memoria agradecida a Juan Pablo II

- Antonio Cañizares Llovera Santiago Cañizares Llovera es cardenal.

Coincidien­doCoincidi­endo con su onomástica, el 4 de noviembre de 1982, el Papa Juan Pablo II, hace ahora 40 años, vino a España como «testigo de esperanza». Y la verdad que su venida trajo una nueva primavera a la Iglesia, con él brilló una gran luz no apagada, abrió sendas de esperanza que siguen abiertas. Nos visitó, como enviado de Dios, para «confirmar nuestra fe», «confortar nuestra esperanza», y dar ánimo y «alentar las energías de la Iglesia y las obras de los cristianos». No puedo olvidar aquellas palabras suyas tan vibrantes nada más pisar tierra en el aeropuerto de Barajas: «Es necesario que los católicos españoles sepáis recobrar el vigor pleno del espíritu, la valentía de una fe vivida, la lucidez evangélica iluminada por el amor profundo al hombre hermano. Para sacar de ahí la fuerza renovada que os haga siempre infatigabl­es creadores de diálogo y promotores de justicia, alentadore­s de cultura y elevación humana y moral del pueblo. En un clima de respetuosa convivenci­a con las otras legítimas opciones, mientras exigís el justo respeto de las vuestras».

No pueden ser más actuales estas palabras de Juan Pablo II, ni puede haber mejor programa para la Iglesia en España hoy que vive esta etapa histórica, verdadera hora de graluntad, cia, a pesar de tantas cosas que estamos viviendo. Sus discursos, por ejemplo, el que pronunció, en Toledo en el barrio del Polígono fueron de trascenden­cia para nuestro país, son como una glosa de esas mismas palabras. ¡Qué mensaje tan importante dejó en Toledo, lugar propicio para mostrar el camino dirigido a ser sal de la tierra y luz del mundo, por estar Toledo tan «íntimament­e vinculada a momentos importante­s de la fe y de la cultura de la Iglesia en España».

También nos dijo: «No se trata de amoldar el Evangelio a la sabiduría del mundo... ¡Sólo Cristo! Lo proclamamo­s agradecido­s y maravillad­os. En Él está ya la plenitud de lo que Dios ha preparado a los que le aman». Es el anuncio que la Iglesia confía a todos los que están llamados a proclamar, celebrar, comunicar y vivir el Amor infinito de la Sabiduría divina. Es ésta la ciencia sublime que preserva el sabor de la sal para que no se vuelva insípida, que alimenta la luz de la lámpara para que alumbre lo más profundo del corazón humano y guíe sus secretas aspiracion­es, sus búsquedas y sus esperanzas».

Como buen sucesor de Pedro, sus palabras nos recuerdan a las mismas de Pedro ante el paralítico a la puerta del templo: «Lo que tengo te doy: en nombre de Jesucristo Nazareno, ¡levántate y anda». Es lo que hoy necesitamo­s: ¡Jesucristo! En Él está la esperanza y el camino, Él es la Verdad y la Vida; como testificar­on nuestros mártires.

Nosotros, hoy, los españoles de buena vohoy, vohoy, con un «¡Gracias, gracias, y hasta siempre, “Testigo de esperanza”!», dinamizada desde entonces queremos que su mensaje, su persona, su testimonio, su enseñanza, su «riqueza» siga vivo, como Él en el Reino de los cielos. Con toda certeza aquella inolvidabl­e visita seguirá alentando nuestro camino en el presente, porque sólo así «seremos fieles a nosotros mismos y capaces de abrirnos con originalid­ad al porvenir». Nos reabrió un gran futuro. El «Papa de los jóvenes» llenó entonces de juventud a la Iglesia. No dilapidare­mos su legado, su herencia. «¡Gracias, muchas gracias, inolvidabl­e y querido San Juan Pablo II! Ayuda, desde el Cielo, junto a María, a esta tierra suya, a España».

Fue decisiva aquella visita del Papa. Fue un torrente de gracia, una lluvia serena y copiosa de amor que Dios derramó sobre España. Queremos y debemos hacer memoria agradecida de aquello; queremos revivir sus palabras; queremos y debemos volver a gustar aquel mensaje de luz y de verdad para «sacar fuerza, de ahí, renovada» que nos impulse a la renovación y transforma­ción de nuestra sociedad. ¡Cuánto necesitamo­s en la España actual aquel mensaje que nos dejó hace 40 años! Habría que releer el libro que recoge cuanto dijo e hizo Juan Pablo II, en aquella visita pastoral inolvidabl­e, editado por la Conferenci­a Episcopal Española: «Juan Pablo II en España».

Aquella visita a España del Papa fue un torrente de gracia

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