La Razón (Cataluña)

¡Impeachmen­t a Sánchez ya!

- Eduardo Inda

APedroEsta golfada transforma a España en un Estado falsamente democrátic­o

APedro Sánchez jamás le podremos reconocer que es un tío decente o que se trata de un individuo veraz. Más al contrario hay que subrayar que es un amoral, un psicópata en versión subclínica –o no– y un mentiroso patológico, segurament­e el número 1 de España en la especialid­ad. Pero lo que nadie, ni siquiera sus más acerados enemigos, le puede discutir es su capacidad para superarse en el mal y en la ilegalidad día a día. No nos deja de sorprender. Esta vez lo ha hecho a lo grande no rebajando el delito de sedición, como toda la opinión pública esperaba, sino derogándol­o tal cual. A mí me llegan a contar hace cinco años que un presidente tendría de socia a ETA, a los tejeritos de un golpe de Estado perpetrado siete meses antes en Cataluña y a unos comunistas a sueldo de Maduro y hubiera tomado a mi interlocut­or por un pirado de marca mayor. Pero si hace tan sólo cinco días me pronostica­n que el inquilino de Moncloa suprimiría el delito de sedición, hubiera llamado al frenopátic­o más próximo para que pusieran una camisa de fuerza a mi agorero particular. El propio diario gubernamen­tal El País aseguró hará cosa de 10 días en otra de sus primicias dictada desde Moncloa que la sanción máxima por el delito de sedición pasaría de 15 a seis años. Vamos, que continuarí­a existiendo este tipo penal pero convenient­emente jibarizado. O les mintieron o simplement­e es que a Pedro Sánchez le han puesto una pistola en el pecho los jefes de España (ETA, ERC y Podemos) para cargarse un delito que existe en todas las naciones democrátic­as. «O lo derogas y permites que vuelvan a España Puigdemont y compañía o te vas a la calle», debió de ser la conversaci­ón, palabra arriba, palabra abajo. El debate es mucho más profundo aún porque esta golfada transforma a España en un Estado falsamente democrátic­o más próximo a la Rusia de Putin o a la Turquía de Erdogan que a Francia, Reino Unido, Alemania o EEUU. Claro que esta prevaricac­ión y esta traición del presidente no se hubieran consumado si el Supremo hubiera calificado como rebelión el 1-O. Pero ése es otro cantar del que ya habrá tiempo de opinar. Lo cierto es que dar un golpe va a salir prácticame­nte gratis con este atentado a la separación de poderes: la sedición pasa a mejor vida y actos como el putsch catalán tendrán la considerac­ión de desórdenes públicos agravados. En resumidas cuentas, el sinvergüen­za de Sánchez equipara un acto para cargarse el orden constituci­onal, para acabar con la democracia, con la quema de contenedor­es o el lanzamient­o de piedras durante una manifestac­ión. Que nadie se equivoque: esto supone el fin de la España constituci­onal que nos regalamos en 1978. O no, todo dependerá de un PP que después de esta segunda parte del golpe del 1-O dispara exponencia­lmente tanto sus opciones de reconquist­ar Moncloa como su obligación moral de volver a poner las cosas en su sitio. Feijóo se comprometi­ó ayer a ello. Espero que sea la primera decisión de su Gobierno y de sus diputados. En el mientras tanto cruzo los dedos para que 23 diputados socialista­s se rebelen contra Pedro Tejero, perdón, Pedro Sánchez y participen en una moción de censura en la que se dirimirá el ser o no ser de nuestra democracia. Basta con el voto de 23 patriotas socialista­s para que este impeachmen­t a la española salga adelante. Por infinitame­nte menos se cargaron a Rajoy. La esperanza es lo último que se pierde.

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