Lo volverán a hacer, con permiso
EsEs mucho más críptico Pedro Sánchez que Pere Aragonès, mucho más artero el presidente español que los independentistas, más traidor a su propio ideario que los de ERC al suyo, que siguen al pie de la letra. Ayer nos anunció el presiden la hoja de ruta: «La eliminación del delito de sedición es un paso indispensable en la desjudicialización. Continuaremos trabajando para acabar con la represión y poder votar en un referéndum (…) Seguiremos utilizando toda la fuerza democrática para culminar el fin de la represión».
España se está autofagocitando. Gracias a la falta de conciencia común, la ausencia de solidaridad, individuos carentes de escrúpulos como Sánchez hacen carrera de poder vendiendo al mejor postor las leyes que nos unen. Lo volverán a hacer, ya lo están anunciando con sinceridad, y entonces ya no habrá estructura legal que los pare. Porque, ¿acaso será «delito de desorden público agravado» la proclamación de la ruptura de España? Aquí no hablamos de algaradas, de destrucción de coches policiales, de obstrucción del trabajo de los funcionarios públicos. No. Hablamos de la derogación de la Constitución. De unilateralidad tiránica. De partición de una nación.
Recuerdo cómo Carles Puigdemont movió a votar la independencia de Cataluña y obligó a la oposición a abandonar el Parlament. Cómo fueron los diputados proclamando la ruptura de España, contra toda ley, unilateralmente, despóticamente. Cómo se abusó de los directores de los centros de enseñanza, que fueron obligados a convertir los colegios en falsos cen
tros electorales. Cómo se robó al erario público para imprimir propaganda y se compraron en China urnas. Recuerdo el desconcierto del Estado español, que tuvo que revisar las leyes de arriba abajo para ver cómo atajar semejante desafuero. Que, por falta de cuarteles, tuvo que alojar a los policías en barcos de cruceros en el puerto de Barcelona, que puso por primera vez en marcha el artículo 155. A Puigdemont huyendo, como el cobarde que es, en el maletero de un coche, y su peregrinar por Alemania, Francia, Grecia y los Países Bajos, donde cada vez cruzábamos los dedos para que el sentido común europeo se impusiese sobre las decenas de variantes legislativas de cada país.
Aquello se afrontó con la unidad de los partidos defensores de la Constitución agraviada: PSOE, PP, Cs. Ahora el líder de uno de ellos traiciona a su propia formación y desmonta el Código Penal siguiendo las instrucciones de ERC, parte fundamental del golpe.
Las consecuencias afectan directamente a todos los consejeros huidos a Europa, que serán juzgados por penas mínimas si regresan e incluso verán exonerados sus delitos. También permitirán al dirigente de ERC, Oriol Junqueras, volver a la carrera política. Es un traje a medida. A cambio, votarán los presupuestos y garantizarán a Sánchez su último año de poder y tal vez la reelección.
Sin exagerar, no le arriendo la ganancia a Sánchez. Es capaz de mucho más, lo ha demostrado en su alianza con los etarras. Pero si un día lloramos muertos en un nuevo levantamiento secesionista, irán sobre su conciencia. Si hay funcionarios acosados otra vez, si hay catalanes que vean conculcados sus derechos constitucionales, irán sobre su conciencia.
España es muy difícil, porque cada uno de nosotros antepone sus preferencias a las comunes. Padecemos un cáncer centrífugo. Preferimos pactar con el enemigo antes que ceder un milímetro para un consenso más razonable. Pero, además, cada cierto tiempo esta tierra da un individuo sin escrúpulos que abre la puerta al enemigo interno. Un traidor clásico.