Vivian Gornick o la muerte del amor romántico
► La escritora americana remata un libro impecable donde da cuenta de cómo los sentimientos han cambiado con el paso del tiempo
Vivian Gornick ha ido dando a conocerse, a través de libros como «Apegos feroces» o «Mirarse de frente», como una lectora exquisita y voraz, como alguien que tiene la sagacidad de encontrar, en la lectura constante de clásicos y de novelas contemporáneas, una mirada distinta, inteligente, sobre la realidad y sobre el mundo que nos rodea, lo cual constituye un diálogo perenne que va de la literatura a la vida y viceversa.
Ahora llega el turno a un libro breve pero intenso con el que Gornick se entromete, en poco más de cien páginas, en uno de los grandes temas: el amor. Especialmente el romántico, ese amor que solamente parece realizarse en el matrimonio y que han tratado Willa Cather, Virginia Woolf, Grace Paley, Richard Ford, Raymond Raymond Carver o Jane Smiley. Gornick parte de la idea de que ese amor, en nuestros tiempos, no es el que era. Ha cambiado su fisonomía. Ya nadie cree, al menos en términos literarios, que el amor y el matrimonio sean la fuente de la felicidad y la realización personal. Las historias de amor relacionadas con el matrimonio se han terminado porque el amor, «como la comida o el aire, es necesario pero insuficiente: no puede hacer por nosotros lo que debemos hacer por nosotros mismos». Y pone, como ejemplo, los argumentos de tres novelas: una de Virginia Woolf, otra de George Eliot y otra de Edith Wharton.
Retrato aleccionador
Sus protagonistas, señala Gornick, eran tres mujeres brillantes que tenían «el regusto amargo de la vida en la boca» y se veían destinadas a cumplir con las demandas sociales de la época y contraer matrimonio. Cada una, indica asimismo la autora, y a pesar de que nos brindan un retrato aleccionador de lo que supone ser una criatura atrapada, presa, paralizada, también nos ofrecen una lección sobre lo que significaba, para una mujer, ser resistente. ¿Qué era lo que anhelaban? ¿Qué ingredientes intervenían en la capitulación y en la aceptación? La escritora responde que el poder transformador del amor, cuando no es amor, no se trata más que de un apego feroz.