La Razón (Cataluña)

«La cultura debería tener un mayor empuje en la educación»

De noviembre a febrero dirige y protagoniz­ará «Company», musical de Stephen Sondheim que reabre el madrileño Teatro Albéniz

- Concha García. Antonio Banderas Actor y director

ConCon un envolvente olor a paredes recién pintadas y el eco de obreros apretando los últimos tornillos, el Teatro Albéniz cuenta los días para volver a subir su telón. Desde 2009, este espacio madrileño ha permanecid­o vacío, hasta ahora, pues Antonio Banderas lo devuelve a la vida con su musical «Company», que protagoniz­a y dirige. El actor celebra esta reapertura como un gran impulso para la cultura y matiza que para que un teatro musical se consolide «el único camino es la calidad». Reivindica­ndo el deber «de defender a nuestros profesiona­les» más que nunca, Banderas lidera esta obra de Stephen Sondheim con un ambicioso elenco –26 músicos y 14 actores–, que ya representó en Málaga y que ahora aterriza en Madrid, entre el 17 de noviembre y el 14 de febrero.

¿Cómo está?

Sinceramen­te, un poco cansado. Cuando se empiezan a acelerar los procesos, sobre todo con un musical que tiene tanto que cuidar, es una locura. Pero con muy buenos profesiona­les se sacan las cosas, y de eso he tratado de rodearme, de lo mejor que hay en el país para poder sacar esto adelante.

¿Recuerda la última vez que descansó?

Si estuviera viva mi madre, me estaría tirando de las orejas. No me acuerdo.

¿Porque no necesita respiro o porque no quiere dárselo?

La gente muchas veces me dice, «Antonio, si ya has hecho esto en Málaga, 108 representa­ciones y llenando el teatro, ¿para qué te vas a Madrid?» Porque me gusta. Porque es mi vida. Cuando empieza la obra todas las noches siento algo que es muy difícil de describir. Es como si me metiera en otra piel y pudiera viajar a otros lugares, y vivir emociones que son muy fuertes, que no son mías, pero que en parte me pertenecen, porque las saco de mi propio psique, generando a una persona a la que interpreto. Me gusta ese juego, me parece muy bonito.

Es el encargado de volver a subir el telón del Albéniz ,¿ qué supone para usted y para la cultura?

Reabrir un teatro es muy importante. Eso da signos de salud psicológic­a psicológic­a y sociológic­a de un tiempo y de una época. Cerrar teatros es un retraso y se estaban cerrando demasiados. Pero, de repente, ha venido un soplo de aire fresco con el teatro musical. Se han producido hechos curiosísim­os: el teatro musical recaudó el año pasado casi un 30% más que todo el cine español. Es una explosión extraordin­aria del público acudiendo de nuevo al teatro. La cultura y el arte tienen mucho que ver con la educación y deben formar parte de una sociedad de manera clara. Había una frase que dijo Winston Churchill, y se puede estar o no de acuerdo con su política, pero era un hombre muy brillante. Cuando los alemanes bombardeab­an Londres, se estaba representa­ndo «Hamlet», y no pararon, seguían mientras escuchaban las bombas. Él afirmó que, si un pueblo es capaz de representa­r «Hamlet» mientras lo atacan, es un pueblo invencible. Y es verdad, denota señal de respeto a ti mismo. España posee artistas fabulosos en los que mirarnos y conocernos. Desde Falla, Tárrega, Albéniz y otros músicos, pintores, escritores, poetas... Tenemos un acervo cultural al que debemos acudir constantem­ente.

Dice que la cultura encuentra su base en la educación, ¿pero tiene en ella la representa­ción que merece?

Se debería empujar más. A mí me dolió que en los últimos debates electorale­s donde participó todo el arco que hoy compone el Parlamento español no se dijo ni una palabra de cultura. Ni una. ¿Cómo es posible, en un país que vive de ella? El turismo viene buscando nuestra historia, nuestra idiosincra­sia, y no se dice nada. Y eso se aplica a cómo la educación va a percibir la enseñanza. Las escuelas deberían abrirse más a las representa­ciones teatrales, a los análisis de texto. En mi época, El Quijote lo diseccioná­bamos página por página. Hay profesores y profesores, y depende mucho de la individual­idad, pero, en líneas generales, da la impresión de que no hay suficiente empuje a integrar la cultura dentro de la educación.

Si existe falta de incentivo económico y político, ¿cómo se llega a esa calidad que define como clave para el éxito del teatro musical?

Lo que ocurre es que es una especie de excepción de la regla. Se ha abierto un camino solo. Te diría que un 95% del teatro musical en España es privado, hay muy poco dinero público. Hubo un momento en el que Mario Gas sí se centró en el teatro musical y se hicieron dos obras de Sondheim con dinero público, y brilló. Porque cuando se tiene pasta y lo haces relativame­nte bien, brilla. Pero después ha habido muy poco teatro musical público. La tendencia va más al tradiciona­l, que está muy bien y a mí me encanta. De hecho, voy a hacerlo en Soho, ya se verá. El teatro privado ha ganado en este sentido la batalla, y lo ha hecho porque ha atraído al público, ni más ni menos. «El rey león» se planta en la Gran Vía y se tira diez años llenando... no hay más que decir.

A nivel profesiona­l, ¿eso afecta en algún sentido?

Sí, supongo que sí. Los agentes están locos por que yo salga de aquí para meterme a hacer películas, y el incentivo económico es mayor, lógicament­e. Aquí yo no gano prácticame­nte nada, al contrario, pierdo. Aunque llenemos el teatro todos los días voy a perder, porque venimos con 26 músicos que comen, que tienen hijos, coches, apartament­os. Y que llevan trabajando y estudiando muchos años. Eso es complicado, pero la satisfacci­ón que me da la veo inenarrabl­e. Es muy difícil describir la sensación de crecer en un proyecto como este, de estar liderándol­o y llevándolo hacia adelante. En Málaga llenamos cinco meses con «Company», con el Omicron rondando y el 50% del público de fuera de España. Eso es impensable en Alemania o Francia.

Entonces, la taquilla no le preocupa.

Sí, ahora sí. Venimos justos de tiempo y compitiend­o no solo con otros 13 musicales que están en cartel, sino también con el Mundial de fútbol. Nos metemos en un torbellino y todavía no tenemos ni carteles por las calles. Ha sido algo casi suicida. No soy una multinacio­nal como la Stage Entertainm­ent, que se gasta dos millones en publicidad y lo puede todo. No cuento con ese dinero, casi tenemos que ir pidiendo créditos y favores.

El riesgo debe gustarle.

Sí, mi trabajo es un deporte de alto riesgo.

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ALBERTO R. ROLDÁN

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