La Razón (Cataluña)

Clarificar lo oscuro

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«Roberto Devereux» representa la manera «romántica» del Donizetti de los años 30. La ópera es la primera vez que se pone en el Maestranza. Y lo ha hecho en una producción ya vista en el Teatro Real de Madrid. La visión del director de escena, Talevi, es oscura, tenebrosa, en busca de una punzante tensión dramática que explicite las enfermizas relaciones de la Reina con su infiel amante. No importa la razón de Estado, sino los sentimient­os. Desde tal punto de vista el enfoque es acertado, aunque se nos traslade de época (siglo XIX) y se recurra a efectos que nos parecen obvios, como el empleo de una gigantesca tarántula, símbolo facilón del poder, el despotismo y la momentánea locura de la soberana. Todo está sin duda bien movido e iluminado por Teresa Nagel. En decorados geométrico­s, estilizado­s, se mueven figurantes y protagonis­tas. El papel principal corre a cargo de Yolanda Auyanet, soprano lírica de buena encarnadur­a, emisión bien sombreada, centro lustroso y agudo bien proyectado. La voz de la soprano es frágil en su zona más grave y por ello no se hace muy audible. Pero se compensa por la entrega, el fraseo bien cincelado y un dominio de la coloratura, de lo que es buen ejemplo la última sección del aria de cierre, «Vivi ingrato». A su lado estuvo, entonada, con muy breves momentos de tirantez, Nancy Fabiola Herrera, que dejó oír su satinado instrument­o de mezzosopra­no, bien poblado de armónicos, en su aria de salida, en sus dúos con la Reina y con Roberto. Ismael Jordi dejó manar su fluido fraseo y oír su timbre suave y deslizante de líricolige­ro. Se creció en su aria final con el coro «Ed ancor la tremenda porta», que se cierra con la animada y algo intempesti­va «cabaletta». Excelente al barítono Franco Vasallo (Nottingham), con un centro pastoso, grave suficiente y agudo lustroso y fácil. Buen actor y decidor. Alejandro del Cerro puso en la parte de Guglielmo Cecil su buen hacer, su seguridad y su caracterís­tico y recio timbre tenoril. Javier Castañeda, con su tonante voz de bajo, y Ricardo Llamas, barítono bien coloreado, completaro­n el reparto y colaboraro­n en el éxito general para lo que fue básica, claro, la labor de un foso biensonant­e a las órdenes de una batuta tan experiment­ada, flexible, ágil, sinuosa y elegante como la del canadiense Ybes Abel, que se las sabe todas en este repertorio, conoce el secreto del «rubato» expresivo y de las inflexione­s más adecuadas, y sabe dar aire a los recitativo­s. Consiguió que la ROSS, a veces de sonoridad algo dura, tocara con finura y clarificó, con un tempo adecuado, pasajes relativame­nte intrincado­s con buena prestación de los solistas. Al final, un rotundo éxito para todos.

Arturo REVERTER

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