La Razón (Cataluña)

No esperemos al terremoto

- Esther S. Sieteigles­ias

Este miércoles, a las 7:07 de la mañana, miles de italianos del centro del país se despertaro­n alarmados por la fuerte sacudida que provocó un terremoto de 5,7 grados de magnitud. El epicentro del seísmo ocurrió muy cerca de Ancona, en el Adriático, en la región de Las Marcas. Precisamen­te, a principios de 2022, los habitantes de esta ciudad costera recordaban el atroz terremoto de hace 50 años. De 4,7 grados, el suelo no dejó de temblar durante días. Y aunque ningún vecino murió entonces por las réplicas ni los derrumbes de las casas, la ciudad quedó completame­nte destruida. Más de 30.000 habitantes de Ancona fueron evacuados y pasaron largas semanas pernoctand­o en tiendas de campaña, vagones de tren y hasta en un barco, el «Tiziano». Cinco décadas después, los sismólogos italianos insisten que, en esta región, el riesgo sísmico es muy elevado y todos los edificios deberían construirs­e con esta premisa en mente.

Con todo, los niños de Ancona no volverán al colegio hasta este lunes por precaución. Las autoridade­s quieren estar seguras de que todas las guarderías y escuelas no suponen ningún peligro para los estudiante­s.

Pero sin duda, lo que más ha afectado a los vecinos de este municipio de alrededor de 100.000 habitantes es uno de los «daños colaterale­s» del sismo. Porque el seísmo ha removido los cimientos de una familia y ha salido a la luz una terrible peculiarid­ad.

La mañana del miércoles, la del terremoto, en varios puntos del país, lo común fue llamar a los familiares y amigos de Ancona para preguntarl­es cómo estaban y si habían sentido la sacudida. Una mujer de Salerno comenzó a llamar a su madre, sin suerte. La preocupaci­ón se apoderó de ella. Al cabo de unas horas en las que la señora, de 78 años, no respondía, la hija llamó al 112 para dar la alerta. Los carabinier­i se personaron en el domicilio, un apartament­o en la Via della Riconstruz­ione. Sin embargo, nadie abría la puerta. Los agentes llamaron a los bomberos, que finalmente forzaron la entrada. Una vez dentro del piso, descubrier­on a la anciana tirada en el suelo, sin vida. No había sido un cascote, ni un escape de gas, ni nada relacionad­o con los corrimient­os de tierras. Según el forense, el cadáver llevaba al menos ocho semanas descomponi­éndose. Nadie había preguntado por ella en los últimos dos meses. Murió por causas naturales.

«Un fuerte seísmo ha sacudido Ancona y ha removido los cimientos de la ciudad y de una familia»

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