Patxi López era una fiesta
► Cuanto mayor es la vergüenza, más jacarandoso se pone el sanchismo al anunciarla.
ApuntéApunté en el cuaderno esta sensación de hastío, de enfrentarse a lo inabarcable, de cabreo y de tristeza al fin y al cabo, de estar «costernido» que dijo Marisú Montero. Y eso que salía Patxi López a vender lo invendible y sonreía más que un torero. El martes, López decía en lo de Alsina que nadie había hablado de reducir las penas por sedición. Tres días después, donde eran quince años de trena, ahora son cinco y dentro de unos meses, ni siquiera existirá el delito de sedición, pero como escribió Ernest Hemingway, Patxi López era una fiesta: como París.
Aclaran que no se trata de que hayan reducido las penas, es que han «europeizado» el delito y así, europeizando, los fugados podrían no ser condenados dado que los hechos del 2017 no cuadran con el nuevo delito de desórdenes públicos, la malversación para la sedición podría no aplicarse al decaer la sedición y Estrasburgo nos tumbará la sentencia del «Procès» al condenar por un delito que ya no existe y que el propio gobierno desmanteló por excesivo y anacrónico. Asumen que España es al fin un país que cumple con los estándares democráticos europeos, lo que significa que antes no lo cumplía, pues España era una suerte de excepción democrática perifascista. Las implicaciones para el descrédito de España resultan catastróficas.
Después van los barones rumiando y tragando la reforma del código penal como tragaron el relator, la mesa de diálogo, el pacto con Bildu, los indultos y lo que haga falta. Yo creo que con lo de la sedición no es que estemos ante una más de Sánchez, sino que es la que le da sentido a todo lo demás, pero los barones que tienen cinco o seis estómagos; más estómagos que una vaca, que tiene cuatro. Mi preferido de todos es Patxi López que se aparece con toda su pirotecnia de argumentos más o menos mágicos que estallan en el cielo de Madrid como palmeras japonesas de los fuegos artificiales de la Semana Grande de San Sebastián. La chatarra argumental alcanza cotas fantásticas como esta en la que gracias a que se elimina el delito de sedición, los sediciosos ya no delinquirán, pues este es el único delito en el cuál la amenaza de una pena contundente de cárcel invita a cometerlo y, en cambio, la reducción de la pena disuade al delincuente.
Entiende Sánchez que conviene celebrar estas magias. Ha pasado tantas veces que cuando el Gobierno festeja, es señal de tragedia. Su tétrico quehacer consiste en organizar una fiesta a partir de las mayores tropelías. Cuanto mayor es la vergüenza, más jacarandoso se pone el sanchismo. Luego uno queda delante de la tele viendo la rueda de prensa y no se puede creer que le intenten convencer de que indultar a los líderes del procés, reducir las penas de cárcel y la inhabilitación, pactar con el partido heredero de una banda terrorista con más de 800 muertos y 350 asesinatos sin resolver, y el resto de concesiones que prometieron no hacer, digo, son una muestra de progreso. Habría que entender que a España le va a ir bien con la izquierda abertzale mandando en la política penitenciaria y los independentistas metiendo mano en el código penal y en general con el Gobierno dándole la razón a los mayores enemigos del país para mantenerse vivo, y esto tiene un nombre.
El martes, López decía en lo de Alsina que nadie había hablado de reducir las penas por sedición.