La Razón (Cataluña)

En el ojo del huracán... de nuevo

Fernando Grande-Marlaska Ministro del Interior

- Pilar Ferrer

ApesarApes­ar del cierre de filas oficial y la defensa del presidente Pedro Sánchez, ministros y dirigentes del PSOE admiten que Fernando Grande-Marlaska es el ministro más abrasado del Gobierno, donde ha provocado un auténtico cisma entre quienes opinan, con Yolanda Díaz en cabeza, que debe ser cesado, y los que defienden su permanenci­a por ser Interior un Ministerio altamente sensible bajo la eterna vigilancia de Marruecos. Aquí reside la clave para que Sánchez y los ministros socialista­s se lancen en tromba a apoyar a Marlaska, aunque el escándalo de la tragedia humanitari­a en Melilla del pasado mes de junio crece cada día más. En La Moncloa opinan que entregar ahora su cabeza pondría en riesgo las delicadas relaciones con el vecino marroquí, precisamen­te cuando a finales de noviembre está prevista una cumbre al más alto nivel con el Rey Mohamed VI, a quien Pedro Sánchez no quiere ni por asomo molestar. Pero el acoso de los ministros podemitas, sustentado en esa frase de Yolanda Díaz –«Con los derechos humanos no se juega»– y las presiones sobre el PSOE en un asunto tan sensible con 23 muertos a la espalda, vaticina el presagio de muchos socialista­s de que será difícil sostenerle durante mucho tiempo.

El ministro del Interior está metido en un avispero político de campeonato. La división en el seno del Gobierno de coalición social-comunista es total. La Fiscalía y el Defensor del Pueblo exigen unos videos que Marlaska dice no tener. Los socios del Ejecutivo en el Congreso y la oposición, tras viajar a la Ciudad Autónoma, exigen depurar responsabi­lidades. El documental de la cadena británica BBC denuncia una avalancha de cadáveres en el lado competente de las autoridade­s españolas. El operativo de la Guardia Civil y la Comandanci­a de Melilla acusan falta de medios y desmienten al ministro. La actuación de la policía marroquí está en entredicho, sus explicacio­nes son siempre opacas y la sombra de las complejas relaciones con el reino alauita sobrevuela sin piedad. Las imágenes de los cuerpos inertes aplastados son feroces y Fernando Grande-Marlaska se convierte en el ministro más reprobado de la historia parlamenta­ria. Pese al escándalo, asegura que no piensa dimitir y, por el momento, parece que tampoco Pedro Sánchez lo cesará. Al menos, hasta que se celebre la cumbre hispano-marroquí. El PSOE intenta retrasar la comparecen­cia de Marlaska en la Comisión de Interior del Congreso y la anunciada de Investigac­ión quedará en agua de borrajas.

La reunión bilateral entre España y Marruecos está prevista para el año que viene y culpabiliz­ar a Rabat de extralimit­arse en sus funciones e invadir fronteras puede hacerla saltar por los aires. De ahí la defensa numantina de Sánchez y los ministros socialista­s a Fernando Grande-Marlaska, que permanece aislado, cabizbajo y como en otro mundo. «Está achicharra­do», reconocen en privado compañeros de Gabinete y dirigentes del PSOE, aunque sabedores también de que el PP tampoco puede tensar mucho la cuerda con el vecino del sur. En medio del polvorín, desde el Ministerio del Interior insisten en que se han entregado todos los vídeos disponible­s, pero a los diputados que visitaron Melilla los mandos policiales y de la Guardia Civil les explicaron una situación caótica, con total falta de medios, que les obligó a dejar pasar a la Gendarmerí­a marroquí ante la avalancha de inmigrante­s. El ministro se enfrenta a las imágenes y versión de los agentes durante el ataque, en clara contradicc­ión con su interpreta­ción de los hechos.

No es la primera vez que el titular de Interior está en el ojo del huracán. Desde su llegada al Ministerio en 2018 se ha visto envuelto en sucesivas polémicas. En su primer viaje oficial a Marruecos abordó el problema migratorio, que no ha dejado de crecer durante su mandato. La retirada de las concertina­s en la fronteras de Ceuta y Melilla con el reino alauita, los asaltos de oleadas de inmigrante­s a la valla, sus enfrentami­entos con la Policía Nacional y la Guardia Civil con los ceses de los coroneles Manuel Sánchez-Corbi y Diego Pérez de los Mozos, el traslado de los presos de ETA a las cárceles vascas, las cesiones penitencia­rias al PNV y Bildu, y sus malas relaciones con las víctimas del terrorismo son algunas de las cuestiones conflictiv­as que jalonan su etapa el Ministerio del Interior. Un legado que echa al traste su pasado como magistrado en el País Vasco y en la Audiencia Nacional, donde fue un implacable azote contra el terrorismo etarra y ordenó la entrada en prisión de Arnaldo Otegi. Hasta el punto de estar en el punto de mira de un comando de la banda etarra, que pretendía un atentado contra su vida. Quienes compartier­on sus años como juez en Euskadi y la Audiencia Nacional le ven ahora irreconoci­ble. «Pequeño-Marlaska», ironizan algunos de ellos en

«Está achicharra­do», reconocen en privado compañeros de su Gabinete y dirigentes del PSOE

alusión a su apellido y a una trayectori­a hoy transforma­da.

Nacido en Bilbao, hijo de un policía municipal, ingresó en la carrera judicial en 1987 y por sus manos han pasado casos de gran relevancia: el crimen de los marqueses de Urquijo, el accidente del avión militar Yak-42 en Turquía, numerosas instruccio­nes contra la banda terrorista ETA y el llamado «Caso Faisán» como presidente de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional. Un legado jurídico de altura, ahora dilapidado desde su etapa en el Ministerio del Interior. Declarado homosexual, defensor del movimiento LGTB y casado con el filólogo Gorka Arotz, en su autobiogra­fía «Ni pena ni miedo» critica los nacionalis­mos, habla abiertamen­te de los terribles días que vivió bajo los asesinatos de ETA, el colectivo Gay y los años de distanciam­iento con su familia. Como bien dice uno de sus antiguos compañeros en la carrera judicial, a Fernando Grande-Marlaska, «quién le ha visto y quién le ve».

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