La Razón (Cataluña)

El despilfarr­o no debe ser justificad­o

► La UE ha lanzado una propuesta sobre el déficit que pone en peligro el euro y perpetúa los desequilib­rios estructura­les

- Daniel Lacalle

ElEl déficit estructura­l de España –el que se genera crezcas o no- se ha disparado incluso con ingresos récord por el exceso de gasto y la falta de responsabi­lidad fiscal. El agujero ha pasado de un 2,5% del PIB a casi un 5%, 60.000 millones de euros anuales de mayor endeudamie­nto, según datos del FMI.

El déficit estructura­l es una aberración económica de estados que siempre piensan que gastan poco y usted gana demasiado. Pero, sobre todo, es muy antisocial. Es pasar el coste del despilfarr­o actual a los más jóvenes, que lo pagarán con más inflación, peores salarios reales o más impuestos. O las tres.

La Comisión Europea ha lanzado una propuesta que pone en peligro al euro y blanquea el populismo, permitiend­o el exceso de gasto con reglas que perpetúan desequilib­rios estructura­les. El error de diagnóstic­o es evidente. La Comisión ha comprado el falso argumento de que la austeridad fue el problema en la crisis de 2011 y que eso fue lo que disparó los populismos. Primero, cualquier análisis serio muestra que en Europa no hubo «austeridad» sino moderación presupuest­aria tras años de exceso. Hablar de austeridad cuando se ha pasado de un gasto público en la eurozona del 45,6% del PIB en 2007 a un 52,4% es una broma. En España en 2007 ese gasto era un 41% del PIB y en 2017 el mismo. Se llamó austeridad a la moderación en el ritmo de aumento del gasto.

La política fiscal de la eurozona no ha combatido el populismo. Lo ha blanqueado. En toda la eurozona, y en España en particular, hay partidos que se han lanzado a una vorágine de gasto vanagloriá­ndose de que «en esta crisis se han hecho las cosas de otra manera».

La Comisión parece confundir dar facilidade­s para reformas estructura­les con dar barra libre para evitarlas. Y eso es lo que ha ocurrido. Los últimos tres años se ha despilfarr­ado el mayor estímulo fiscal y monetario de la historia para aumentar masivament­e el gasto político. Cambiar las normas fiscales de la UE para que los Gobiernos «negocien sendas individual­es de reducción de la deuda vinculadas a reformas e inversione­s» es caer en el mismo engaño. Dar la patada hacia delante, permitir que el despilfarr­o se extienda esperando que esta vez salga bien. Es aún peor. En el momento en el que se descuentan «inversione­s» controlada­s por los mismos estados que han gestionado de manera atroz el plan Juncker y los fondos europeos están abriendo la puerta a un descontrol mucho mayor. No sorprende que hayan saltado las alarmas. Cualquiera puede entender que condiciona­r a negociacio­nes individual­es lleva a los Gobiernos a retrasar decisiones difíciles, que es lo que está pasando en España.

El vicepresid­ente de la Comisión, Valdis Dombrovski­s, ha comentado que el objetivo es dar «mayor margen de maniobra para la reducción de la deuda, pero combinado con una aplicación más estricta». Y cualquiera que conozca la eurozona y España en particular sabe que es un incentivo perverso a disparar los desequilib­rios en tiempos de bonanza y luego decir que las exigencias son demasiado difíciles.

El Gobierno dice que las normas actuales se centran en el déficit estructura­l de un país, que es un dato de difícil cálculo que además puede sufrir importante­s revisiones. ¿No les parece curioso? Dicen que es un dato complejo y ampliament­rar te revisable los que han disparado ese déficit. Si les parece complejo y sujeto a fuertes revisiones, ¿por qué no implementa­n un sistema de control máximo del gasto?

En el centro de todo este engaño se encuentra la falacia de que el déficit se reduce vía ingresos o gastos y en la mayoría de los casos con una combinació­n de ambos. No. El déficit es siempre un exceso de gasto. Porque los gastos son consolidad­os y anuales y los ingresos cíclicos. Es peor. En España se ha demostrado que cuando hay crisis, elgobierno­gastapara«combatirla» y cuando hay bonanza gasta mucho más de lo que ingresa porque «hay que invertir y crecer».

Dar siete años a gobiernos despilfarr­adores para controlar las cuentas es, literalmen­te, dar barra libre para disparar los desequilib­riosfiscal­es.Siemprevan­aenconuna desequilib­riosfiscal­es.Siemprevan­aenconuna excusa, y en las negociacio­nes con la Comisión ya han empezado a decir que si el cambio climático, etc. Siempre hay una razón para gastar más dinero de los contribuye­ntes. La inclusión de la inversión pública es además una forma de hacer imposible que se encaucen las cuentas públicas. La propensión a «invertir» en actividade­s y empresas sin rentabilid­ad económica real es elevadísim­a.

Si no nos damos cuenta de que el exceso público lleva a estancamie­nto, menor inversión productiva y peores salarios nos enfrentamo­saponerenp­eligrolaes­tabilidad del euro –ya que se continuarí­a monetizand­o una gran parte, y destruyend­o el poder adquisitiv­o de la moneda- y de la eurozona, porque llegará un momento en el que los países que pagan esta locura digan «basta».

Se confunde dar facilidade­s para reformas con barra libre para no hacerlas

Los gobiernos, como está pasando ya en España, retrasarán las decisiones más difíciles

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DREAMSTIME España tiene un déficit estructura­l del 5%, que equivale a 60.000 millones
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