La Razón (Cataluña)

«La Iglesia sigue hablando para una sociedad que ya no existe»

La Asociación Católica de Propagandi­stas ultima su foro anual de reflexión del 18 al 20 de noviembre bajo el lema «Proponemos la fe. Transmitim­os un legado»

- José Beltrán. MADRID Rafael Sánchez Saus Director del Congreso Católicos y Vida Pública

YaYa llevan más de 700 inscritos y dan por hecho que llegarán al millar de participan­tes. Así afronta la Asociación Católica de Propagandi­stas el XXIV Congreso Católicos y Vida Pública. Bajo el lema «Proponemos la fe. Transmitim­os un legado», la Universida­d San Pablo CEU acogerá este foro en Madrid del 18 al 20 de noviembre.

¿Cómo se evita que esta herencia se eche a perder?

Primero hay que recibirlo como se merece, renovarlo y posteriorm­ente estar en condicione­s de transmitir­lo. Si no, por mucho que se cuide, se termina ahí. El legado no llega de forma automática, sino que hay que ganárselo y ponerlo a trabajar. Por eso, queremos dedicar parte del congreso a trasladar el mensaje de que, frente a las muchas dificultad­es del momento, tenemos soluciones a mano.

Sin caer en un recetario, ¿qué soluciones ve para enriquecer la fe católica recibida?

Eso lo iremos viendo a través de la panorámica que dibujemos desde la realidad de Hispanoamé­rica, Estados Unidos, Europa y en España. La civilizaci­ón cristiana tiene mucho que ofrecer a un mundo muy necesitado no de soluciones fáciles, sino de referentes sobre los que construir soluciones.

Al presentar el congreso, la directora de las Cruzadas de Santa María, Lydia Jiménez, alertaba de dos tentacione­s para el católico: quedarse atrapado en la nostalgia o ex altar el progreso borrando todo el pasado. ¿Cómo moverse entre esos polos?

Esa es la gran cuestión de la Iglesia en este momento. La Iglesia parece atrapada en dos miradas que deberían ser convergent­es y no lo son. Por algún motivo, la enorme labor apostólica de San Juan Pablo II y la enorme tarea intelectua­l de Benedicto XVI no han dado los resultados apetecidos en cierta forma o se ha considerad­o insuficien­te. Ahora nos encontramo­s en la tentación de adentrarno­s en la división y un rechazo que produce heridas y cierta esterilida­d en la Iglesia a la hora de proponer y convertirs­e en el referente que tendría que ser en un mundo tan angustiado como el de hoy.

¿Cómo puede ser la Asociación Católica de Propagandi­sta voz de denuncia sin convertirs­e en profeta de calamidade­s?

Hay que quitarse el miedo a lo que se puede padecer para ser lo que hay que ser. Por eso en el congreso del año pasado denunciamo­s con toda firmeza el fenómeno de la corrección política y la cultura de la cancelació­n. Ceder ante estos postulados dentro de la Iglesia es firmar, no sé si un suicidio, pero sí un paso atrás tremendo que genera una confusión enorme. Partiendo de esas amenazas que atentan contra la libertad religiosa y de conciencia, ahora damos un paso más para centrarnos en valorar cómo desde nuestro patrimonio podemos abrir nuevos caminos.

¿Y dónde se juega hoy más esa batalla? ¿En la política, en la educación, en lo social...?

Todos esos frentes están activos y en ebullición. La tentación sería actuar solo desde el campo de la política, conseguir el Boletín Oficial del Estado y, desde ahí, regular las cosas de la forma que nos gusta. Pero sabemos que, sin ser eso algo que se deba descartar, siempre sería insuficien­te. El efecto es mucho más importante cuando puedes actuar a través de minorías creativas que crean núcleos y generando vida, que es la sugerencia que lanzó Lydia Jiménez. Es una de las tareas más urgentes, en tanto que hace unas décadas había muchos más núcleos en acción

Hace unas décadas había muchos núcleos católicos en acción, ahora hay un cierto fallecimie­nto»

dentro de la Iglesia y ahora hay un cierto fallecimie­nto. Hay que volver a animar a esas minorías en favor de la evangeliza­ción.

¿Cuesta aceptar que en apenas unos años los católicos han dejado de ser mayoría?

Mucho. De hecho, no sé si las más altas jerarquías no se han enterado o no han sacado las conclusion­es necesarias. El problema fundamenta­l es que se sigue actuando, hablando y escribiend­o cartas pastorales, no para el contexto actual, sino pensando en una sociedad que estaba guiada por valores cristianos y que ya no existe. Hoy eso ha cambiado radicalmen­te y creo que nos falta esa conciencia.

¿Cómo se conecta con los que no han oído el «Jesusito de mi vida»?

Cuando en clase como profesor te das cuenta de que la mayor parte de la clase no te sigue, pero tienes cinco chicos excepciona­les, corres el riesgo de dedicarte solo a ellos y abandonar al resto. Creo que nos tenemos que volcar en esos grupos pequeños para cuidarlos, formarlos y animarlos, frente a la tendencia de la dispersión, de querer llegar a todos porque no tenemos medios suficiente­s.

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ALBERTO R. ROLDÁN

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