La Razón (Cataluña)

Cómo prevenir la sobrecarga de la persona cuidadora

► Alrededor de dos millones de dependient­es en España requieren la ayuda de un cuidador

- E. S. C. MADRID

«Encargarse de los cuidados que requiere un paciente, persona dependient­e o de edad avanzada es una responsabi­lidad que se extiende 24 horas al día, siete días a la semana», dice Julio Maset, médico de Cinfa. Por eso, si no se toman las precaucion­es necesarias, se busca apoyo para compartir el cuidado y se dedica tiempo a uno mismo, «el cuidador o cuidadora puede sufrir un desgaste y agotamient­o físico, emocional y social, que es lo que conocemos como el síndrome del cuidador quemado».

En nuestro país hay alrededor de dos millones de personas dependient­es, «si bien la cifra de cuidadores es difícil de conocer –añade el experto–, ya que, a menudo, los familiares ejercen la función de cuidador principal sin que esta actividad quede registrada de manera oficial». Aunque cada vez hay más hombres que asumen este rol, el prototipo de persona cuidadora no profesiona­l es el de una mujer de mediana edad, casada, familiar directo del afectado (pareja, madre, hija…), con grado de escolarida­d medio, que no recibe ayudas externas y sobre quien recae casi en exclusiva la responsabi­lidad de supervisar­la salud y hacerse cargo de la persona dependient­e.

Esa dedicación y exigencia intensivap­ueden compro meter notablemen­te la salud quien cuida. Así, el síndrome del cuidador quemado se caracteriz­a por múltiples síntomas, como falta de energía, cansancio y preocupaci­ón continua, insomnio, pérdida del apetito y/ o de peso, dolores de cabeza o en otros puntos del cuerpo, palpitacio­nes, irritabili­dad y cambios frecuentes de humor, niveles elevados de estrés, ansiedad y/o depresión, apatía, abuso de alcohol, tabaco o de ansiolític­os y antidepres­ivos, dificultad para concentrar­se y para relajarse.

Además, como añade Maset, «puede aparecer un sentimient­o de culpa si no se atiende al paciente o familiar, que lleva a relegar a un segundo plano la propia salud y las actividade­s sociales y de ocio para enfocarse exclusivam­ente en el ser querido dependient­e. Todo ello lleva a menudo a sufrir tristeza, desesperan­za y sensación de aislamient­o familiar y social. Incluso, puede perderse el interés en el propio puesto de trabajo y acabar perdiéndol­o».

El riesgo de que el cuidador sufra estas alteracion­es aumenta conforme a la edad del paciente o persona con dependenci­a, su posible actitud, el número de enfermedad­es que padece, la ausencia de colaboraci­ón de otros familiares, la menor capacidad económica y el nivel de formación del cuidador. Por tanto, cuenta el experto, «en el papel de acompañar y atender las necesidade­s de un paciente, es muy importante trabajar aquellos factores que sí son controlabl­es y que pueden resumirse en la idea de cuidarse para cuidar: por ejemplo, reservar se tiempo para seguir hábitos saludables como practicar ejercicio de manera regular, alimentars­e y descansar bien, relacionar­se socialment­e y disfrutar de aficiones y actividade­s de ocio. Igualmente, la colaboraci­ón de otros familiares es crucial para evitar que el cuidador principal se sienta sobrepasad­o. En caso de no disponer de ese apoyo de familiar directo se recomienda procurar ayuda de la administra­ción».

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El perfil más común es una mujer de mediana edad y familiar directo
DREAMSTIME El perfil más común es una mujer de mediana edad y familiar directo

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