La guerra del microchip
LaLa información es poder y más en la tecnología. El enfrentamiento geopolítico entre Occidente y China ha derivado en la batalla de los microchips. EE UU impuso limitaciones a la exportación de semiconductores hacia el gigante asiático y Alemania prohíbe ahora la venta de dos compañías fabricantes de chips a China. Esto ocurre días después de la fulgurante visita del canciller Olaf Scholz a Pekín, el primer mandatario occidental en reunirse con Xi Jinping tras el inicio de la Guerra de Ucrania y la nueva arquitectura de poder emanada en el reciente Congreso del Partido Comunista. Berlín ha vetado la venta a inversores chinos de los fabricantes ERS Electronic y Elmos.
El Gobierno alemán no quiere cometer con la electrónica los errores estratégicos protagonizados por sus antecesores Schroeder y Merkel en la energía. Depender de China en la tecnología es tan peligroso como someterse a Moscú por su gas. En un parpadeo, China ha pasado de ser un buen socio comercial, el mejor mercado de Alemania, a rival sistémico en el enrevesado paisaje internacional. Scholz ya venía navegando con mar gruesa al autorizar la entrada de la china Cosco en el capital del puerto de Hamburgo y ahora no quiere naufragar. En este contexto habría que enmarcar la decisión de la estadounidense Cisco de levantar en Barcelona un centro de diseño de microchips. Inversión integrada en el PERTE de microelectrónica que busca movilizar 12.000 millones de euros. Europa desea controlar el 20% del mercado mundial de los nanométricos cerebros digitales pero partimos con gran desventaja. En el universo digital, Europa no controla los chips, ni las computadoras, ni los móviles, ni las redes sociales. Es tarea casi cuántica.