Laura Artolachipi
He conocido a esta excelente actriz a propósito de la obra «Boeing Boeing» de Marc Camoletti, estrenada en el Teatro Amaya, y acompañada de un excelente elenco de actores (incluyo, por supuesto, a las actrices) jóvenes como María José Garrido y Sara Canora, y con otros menos jóvenes, pero con la madurez que dan los años bien cumplidos y la vida bien aprovechada, a saber, Agustín Bravo, Andoni Ferreño y Alberto Closas. La obra presenta una nueva versión de Ricard Reguant, quien –a su vez– la dirige. Laura lo tiene todo: voz preciosa que, a pesar de representar a una azafata alemana con sus arrastradas erres, deja traslucir un tono vivaldiano. Sabe estar en escena; se le entiende todo (no como a algunos de nuestros más afamados actores del momento); unos ojos que iluminan el patio de butacas cuando los dirige hacia los espectadores; es bellísima (espero que lo tome todo como una justa crítica, y no como alabanza huera de este viejo profesor, que no profesor viejo), aunque me temo que esto último es más mérito de sus genes.
Desde que sale a escena, te sobrecoge, te abduce y te sientes atrapado por este ciclón interpretativo. Esto no desmerece en absoluto al resto del elenco que estuvo soberbio en sus papeles y con un ritmo trepidante mantenido durante toda la representación. Laura, además de todo lo dicho, tiene un excelente bagaje cultural y profesional que sustenta una carrera tan difícil como compleja, cual es la del oficio cultural más antiguo del mundo, el Teatro, porque es Licenciada en Comunicación Audiovisual y Arte Dramático por la Universidad de Málaga (la de mi Sara Robles) y siempre ha compaginado su carrera de actriz en teatro y en televisión con la carrera en los medios como presentadora, redactora y directora. Una profesional con mucho futuro.