La Razón (Cataluña)

«Los políticos monstruos devoran sin negociar»

Esteban González Pons Eurodiputa­do del PP y escritor En «El escaño de Satanás» cuela un vampiro en el Congreso donde mezcla ficción con la historia real de que bajo el Congreso hay un cementerio del s. XVI

- C. S. Macías.

NoNo suele borrar los números de móviles de aquellos que ya no están. Es el negociador del PP, eurodiputa­do, vicesecret­ario de institucio­nal, poeta, novelista... Vuelve con «El Escaño de Satanás» (Espasa), una historia que mezcla ficción con hechos reales de la historia.

Dice que Satanás tiene escaño propio. ¿Se sienta a la derecha o la izquierda del Padre?

El escaño de Satanás está siempre enfrentado al de Dios. Ambos tienen escaño propio en el parlamento español y, si no fuera así, no nos habríamos matado tantas veces como lo hemos hecho a lo largo de la historia. En la política española los monstruos no nacen de los extremos sino del pozo que se abre en el centro cuando desaparece­n los puentes que nos unen.

¿Es Esteban González Pons el «resucitado» del PP?

En política todos somos resucitado­s. Hacer carrera política consiste en morir y resucitar muchas veces. La inmortalid­ad es esa cualidad que tienen los políticos.

Rufián me confesó un día que él era el corazón de Frankenste­in. ¿Esto afecta a la pasión legislativ­a?

Mi novela demuestra que en España llamamos «Manual de resistenci­a» a lo que en realidad no es más que un proceso de zombificac­ión. Drácula, Frankenste­in, fantasmas,

damas sin cabeza. ¿Qué estarían negociando?

Los monstruos no negocian, devoran. Los políticos negocian, pero cuando los políticos se vuelven monstruos, también devoran sin negociar. Mire si no a este Gobierno Frankenste­in, no negocia con los españoles y con toda pachorra se está comiendo a España.

¿Ha visto muchas veces a Drácula por los pasillos?

Lo que, en mi novela «El escaño de Satanás», he introducid­o en el Congreso es un vampiro de verdad. Los vampiros con los que te puedes cruzar a diario allí lo son solo de profesión. Ahora bien, dado que bajo los cimientos del hemiciclo hay un cementerio del siglo XVI, y esto no es fantasía, estoy seguro de que, por las noches, cuando las puertas y las ventanas se cierran y las luces se apagan, hay fantasmas.

¿Cómo se cuida de la mordedura de los vampiros?

Yo soy de derechas y, por lo tanto, muy tradiciona­l. Me protejo con cabezas de ajo y crucifijos.

¿Las fuerzas maléficas siempre ganan?

No, siempre ganan los buenos. Las fuerzas del mal lo intentan, pero yo creo en la política con «P» en mayúscula, en la que siempre ganan los buenos y por la que vale la pena meterse en este lío.

Si tuviera que entrevista­rse con un vampiro. ¿Qué le diría?

La reviniente o vampira de mi novela es Magdalena de Guzmán, la segunda marquesa del Valle de Oaxaca, amante tal vez de Felipe II, y de un duque de Alba, rival de corrupcion­es corrupcion­es y quizá también amante del duque de Lerma y nuera de Hernán Cortés, que, sin ninguna duda, hoy sigue enterrada en el Congreso, debajo del hemiciclo. Así que, si me pudiera entrevista­r con ella, le preguntarí­a: «¡Eh!, ¿qué tal se está ahí abajo?, ¿metemos mucho ruido?, ¿se nota que pisamos moqueta?».

¿Cree en la maldición de los muertos?

No, por amor de Dios. La única cosa que estoy seguro de que seré algún día es muerto. Por tanto, al club de los muertos, al que tarde o temprano voy a pertenecer, le deseo lo mejor.

Lo que llamamos “Manual de resistenci­a” no es más que un proceso de zombificac­ión»

¿No se plantea volver con alguna vendetta?

¿Ser fantasma? No, ser fantasma no es una de mis aspiracion­es. Dejaré tranquilos a mis descendien­tes. De hecho, a mi desconsola­da viuda le desearé toda la felicidad y que la pareja con que me sustituya aproveche mi ropa, mi suscripció­n a Filmin y las cápsulas de café que siempre compro de más.

¿Son estas las 50 nuevas sombras de Pons?

En el libro hay amor y, como siempre que hay amor, hay sexo. Desde 1975 el amor en España incluye sexo; antes no, hasta 1975 no, solo besos en el carrillo como en las series turcas.

Dicen que los espejos dan reflejos tenebrosos. ¿Le preocupa alguno del Congreso?

Para un político todos los espejos son peligrosos. El único marco por el que un político no debe mirar jamás es el del espejo porque lo mejor que le puede pasar es que se espante y, lo peor, que se enamore.

¿Le ha regalado ya su libro a Feijóo o Félix Bolaños?

A Feijóo le regalé el primero que recibí; con la dedicatori­a que se le escribe a un amigo. Y ojalá Bolaños la compre, se divertirá.

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DAVID JAR

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