La Razón (Cataluña)

La casa del caos

- Antonio M. Beaumont

ElEl líder bunkerizad­o, extravagan­tes choques entre socios, filtracion­es sonrojante­s, fallos de coordinaci­ón, sensación de incompeten­cia, chapuzas de gestión y legislativ­as, una comunicaci­ón horrorosa… Así es el coctel imbebible del Gobierno sanchista. Si la política está al servicio del interés general, asistimos a un fraude del oficio. A La Moncloa le gusta planificar sus pasos semana a semana. Esta última, seguro, los colaborado­res de Pedro Sánchez la habrán señalado como la del caos. El plan era «vender» liderazgo internacio­nal del jefe paseando por el G-20 de Bali y en visita oficial a Corea del Sur y limitarse a esperar este jueves la luz verde a los Presupuest­os en el Congreso. Pero todo se hizo añicos.

La ley del «solo sí es sí» ha abierto un socavón en el complejo presidenci­al. La crisis por el sinsentido legislativ­o sacude a la coalición gubernamen­tal. En el mismo PSOE reina el estupor. ¡Mira que se había avisado! La caldera ha subido a tal presión que los barones han reclamado al unísono la rectificac­ión de una norma en vigor desde hace un mes. El chorreo de rebajas de condenas a violadores y abusadores atemoriza a las víctimas y conmociona a los españoles. Sánchez, sin embargo, ejerce de don Tancredo y deja el toro frente al Supremo y la Fiscalía General, a ver si le sacan del atolladero. A fin de cuentas, no se olvide, solo busca esquivar su responsabi­lidad máxima.

En el ínterin, el equipo más cercano al presidente pide a los suyos que coloquen el foco en las buenas intencione­s de la ley. O sea, que cuando les partan la cara por la soberbia y el extremismo de Irene Montero, pongan la otra mejilla. Sin embargo, todos son consciente­s de que, en un asunto así, por más que intenten desviar la atención lapidando al PP, está en juego la poca credibilid­ad que le queda al Gobierno. Y ello acompañado del particular guirigay en Unidas Podemos, donde los morados, con Pablo Iglesias al frente, ya no esconden su inquina a Yolanda Díaz, a quien se acusa de «miserable, cobarde y estúpida» por no defender con el cuchillo entre los dientes las barbaridad­es de Montero. El «telepredic­ador» no guarda ni las formas. El despropósi­to llega al punto de que la jueza de Podemos, Victoria Rosell, pida a los medios que se autocensur­en y no informen de los recursos de los abogados para excarcelar o rebajar las penas de los condenados por delitos sexuales.

La agenda feminista del Gobierno hace aguas. Sánchez está atrapado por una tenaza. Si deja la ley como está, transmite inacción. Si la cambia, asume un fracaso y el enfrentami­ento con los podemitas no tendría vuelta atrás. La guerra en casa. Y aún queda la «ley Trans». De ahí que busque estirar los días. Una estrategia similar a la desplegada con la reforma del Código Penal. El borrado de la sedición se defiende para lograr la convivenci­a en Cataluña. Pero reducir la malversaci­ón, como exige ERC, tiene solivianta­do al PSOE oficial aunque calle sumisament­e. Saben bien los mandamases socialista­s que sería imposible explicarlo a

Sánchez deja el toro frente al Supremo a ver si le saca del atolladero

su electorado. Cruzan los dedos para que Sánchez se desmienta a sí mismo.

Y en medio de tanta ocultación de la realidad, sigue revolotean­do la tragedia en la valla de Melilla, con el ministro Fernando Grande-Marlaska en el disparader­o. Intramuros de La Moncloa sólo apuntan que el titular del Interior “está muy tranquilo”. Sin embargo, la preocupaci­ón llegó a ser máxima porque se temía que prosperase una comisión de investigac­ión parlamenta­ria. El sentido de Estado del Partido Popular les ha salvado, aunque a cambio el ministro deba comparecer el 30 de noviembre ante el Pleno. Quienes rodean a Sánchez mantienen que «el presidente no va a dejar caer a Marlaska». Claro, que los renglones de Sánchez siempre son torcidos y, como si fuese una peonza, gira en un instante para pasar de defender una cosa a hacer la contraria.

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