La Razón (Cataluña)

Yo no estaba

- Juan Ramón Lucas

HayHay una ministra de Justicia, magistrada, que ha tardado más de una semana en abrir la boca para dar su opinión sobre la llamada ley del «sí es sí». Y sólo lo ha hecho después de que, como apuntaba ayer aquí Carmen Morodo, Sánchez haya colocado su manto protector sobre Montero para evitar fracturas en la coalición de gobierno. Solo después de que la Fiscalía –que según la doctrina propia del presidente del Gobierno depende de él– haya unificado criterios y a la espera de que el Supremo tire también por ahí, sentencian­do que no se toquen penas si están en la horquilla de la nueva ley. Solo cuando el temporal empieza a amainar o se solapa con la buena nueva de que hay un acuerdo para proteger del monstruo de las hipotecas inapelable­s a las familias que peor lo están pasando. Por tanto, la ministra de Justicia ha tenido que esperar a la acción de Sánchez, la intervenci­ón de la Fiscalía y la disolución de las nubes de la polémica entre las brumas gratas y luminosas de las buenas decisiones del Gobierno, para decir esta boca es mía.

Tengo a la señora Llop por una buena jurista. Objetivame­nte, lo es. Acaso algo tiznada en su criterio por el paso por la política como diputada en Madrid o presidenta del Senado antes de llegar al Gobierno. Pero tiene formación formación y quienes la conocen elogian su capacidad. En alguna entrevista que he tenido oportunida­d de hacerle me ha demostrado arte para la convincent­e elocuencia, y conocimien­tos profundos de lo suyo. Que, repito, es la justicia y son las leyes.

Una que el propio Sánchez vendió en su día como nuclear, un texto legal de enorme calado político que salió mal y ha dividido a sociedad y gobierno, acaso hubiera requerido de algún comentario de la máxima autoridad en leyes del gobierno de la nación. Pero no hubo nada. Un silencio ensordeced­or, como lo son los grandes silencios inesperado­s, y una declaració­n apresurada de pasillo el día en que no tiene más remedio que hablar porque le pillan en el Congreso empezando el debate de presupuest­os. Eso sí, matizando que cuando se discutió la ley en el Gobierno, «yo no estaba».

Concluyo que a Llop le pasa como a Robles o incluso al agazapado Marlaska, jueces que saben más de leyes que Montero y al parecer que su aliada Rosell, también togada pero más escorada aún a la banda izquierda, y no han tenido más remedio que callarse para no abrir más la herida dentro del gobierno.

Lo cual me lleva una vez más a la desasosega­nte impresión, a punto de convertirs­e ya en certeza, de que Sánchez no se compromete ni con los suyos a la hora de colocar los pitones de sujeción en la roca estable del gobierno.

Casi todas las polémicas con Podemos han terminado con los de Iglesias victorioso­s, que se lo digan a Carmen Calvo, que ya no está. Sánchez inclina la balanza al socio porque sabe que al de casa ya lo tiene por disciplina y ambición.

Y si se quiere uno desmarcar sin hacer daño, sin romperle la estrategia al jefe, siempre puede escudarse en el socorrido «yo no estaba», y pasar de puntillas sin hacer ruido. Tiempo va a tener de aquí al final de la legislatur­a con un Sánchez al que no le viene nada bien que Podemos siga encaminánd­ose al abismo.

No han tenido más remedio que callarse para no abrir más la herida dentro del gobierno

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