La Razón (Cataluña)

En el centenario de Fraga

- Jorge Fernández Díaz

ElEl 23 de noviembre de 1922 nacía en Villalba, provincia de Lugo, Manuel Fraga Iribarne, efemérides que ayer cumplió su centenario. De su persona y obra política se ha dicho casi todo lo que se puede decir de un personaje público, ya que es muy difícil analizar con rigor su figura y permanecer indiferent­e o neutral ante ella. Ha sido ensalzado y denigrado hasta el extremo, pero tanto unos como otros han reconocido en él lo que comúnmente se entiende como un hombre de Estado. Catedrátic­o de Derecho Político y Teoría del Estado por la Universida­d Complutens­e de Madrid, Diplomátic­o de carrera y Letrado de las Cortes, su currículum profesiona­l es difícilmen­te igualable.

Su incuestion­able vocación política tuvo con Franco en el Gobierno su culminació­n como ministro de Informació­n y Turismo, sentando las bases para convertir a España en una potencia turística mundial. Con la Ley de Prensa de 1966 inició un espacio de libertad –lo máximo que entonces se podía– a una prensa aperturist­a. No pudo cumplir su vocación y deseo de ser el Cánovas reformista en el tardofranq­uismo, y desde el autoexilio dorado de la embajada de España en Londres, maduró un proyecto político para una derecha reformista y democrátic­a a la muerte de Franco.

Tras regresar de la etapa londinense, fue vicepresid­ente y ministro de la Gobernació­n en el primer Gobierno de la monarquía con Arias Navarro, en el que sus tesis reformista­s se vieron empañadas por los sucesos de Vitoria y Montejurra y la oposición del sector duro del fenecido Régimen, siendo Adolfo Suárez el elegido por el rey don Juan Carlos para hacer posible la transición pacífica a un régimen plenamente democrátic­o.

Fundador de Alianza Popular como representa­nte del franquismo sociológic­o, fue derrotado por la UCD de Suárez en las elecciones generales de 1977, que alumbraron unas Cortes Constituye­ntes en las que, pese a sus escasos 16 diputados, fue uno de los siete miembros de la ponencia constituci­onal en representa­ción de la derecha parlamenta­ria.

Su auctoritas y estatura política fueron una ayuda decisiva para que la Constituci­ón de 1978 fuera la del consenso, la reconcilia­ción y la concordia. Tras su inicial retirada de la presidenci­a de AP en 1986, fue eurodiputa­do, para regresar dos años después y liderar la refundació­n del PP como fuerza política de centrodere­cha liberal, conservado­r y humanista cristiano. La última etapa de su vida le llevó de regreso a su querida Galicia natal, donde fue inolvidabl­e presidente de la Xunta. No pudo serlo en España como hubiera deseado, pero está en su Historia por méritos propios. Tuve el honor de tratar ley honrar me con su confianza. Un patriota.

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