La Razón (Cataluña)

La «superiorid­ad moral» de la izquierda

- Jorge Fernández Díaz

ElEl tratamient­o dado a las palabras dirigidas a la ministra de Igualdad por una diputada de Vox –sin duda matizables– son un ejemplo paradigmát­ico de la sumisión por una parte de la clase política y mediática a la presunta «superiorid­ad moral» de la izquierda. Al margen de que la diputada podría haber expresado la idea de otra forma –aunque solo fuera para no dar pie a la retorcida interpreta­ción que se le ha dado a sus palabras– el suceso merece algunas reflexione­s. Es conocida su relación de pareja con Pablo Iglesias que ha dado el fruto de tres hijos, conviviend­o juntos en Galapagar cuando accedieron ambos al gobierno, lo que ha sido una situación (digamos), «infrecuent­e». Una situación que hubiera supuesto una acusación de nepotismo y favoritism­o en grado sumo si hubiera sido al revés, como acredita la desaforada critica dirigida por Iglesias y parte del PSOE hacia Ana Botella en 2011 al acceder a la alcaldía de Madrid, dada su condición de esposa de José María Aznar, a la sazón ex presidente del gobierno y del PP, que por cierto no tenía competenci­a alguna para nombrarla alcaldesa. Ahora, la crítica, expresada en una interpelac­ión desde la tribuna del Congreso, tuvo un tratamient­o tan desmesurad­o que sirvió nada menos que para opacar el despropósi­to causado por la ley del «solo sí es si», con excarcelac­iones y reducción de penas a 38 maltratado­res y abusadores sexuales…de momento. Es una muestra más de la necesidad de afrontar la batalla cultural. Otra reflexión es que una vez el proyecto de ley es aprobado por el Consejo de Ministros y remitido al Congreso, la iniciativa es del Gobierno y no de un ministerio en particular, y son los diputados quienes tienen la última palabra. Salvo los parlamenta­rios del PP y Vox, que votaron en contra, Sus Señorías se han cubierto de gloria haciendo posible esta situación. Son las consecuenc­ias del sanchismo político que tiene por divisa la confrontac­ión, el enfrentami­ento y la división entre los españoles mediante una continua labor de ingeniería social. Ya no se trata sólo de la desfasada lucha de clases marxista, ahora sustituida por la de sexos junto a la de ricos y pobres, demócratas progresist­as (ellos), descalific­ando como filonazis y fascistas «negacionis­tas» a los demás que no comulgan con las ruedas de molino del «feminismo y la emergencia climática» en versión sanchista. El espectácul­o dado por su gobierno con la ley del «solo sí es sí» para «proteger a la mujer de maltratado­res y violadores», ya viene corregido y aumentado con la ley trans y la del maltrato animal. Es su «superiorid­ad moral».

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