La Razón (Cataluña)

«Es inútil e imposible quitar la monarquía para poner una república»

Publica «La vida en canciones», una caja retrospect­iva, antes de enfrentars­e a su gira del 75 aniversari­o

- Ulises Fuente. MADRID

SeSe utiliza con demasiada ligereza aquello de «la banda sonora de un país». Víctor Manuel (Mieres, 1947) es eso y además una hemeroteca, porque, desde el compromiso político, ha retratado por igual el amor, la melancolía y la esperanza de varias generacion­es de españoles. Mientras arranca la gira de su 75 aniversari­o, publica una caja retrospect­iva con el ánimo intacto.

Forma parte de la memoria sentimenta­l de España.

Cuando abarcas tantos años y pasas por varias generacion­es... Los padres abrasaban a sus hijos conmigo en el viaje a la playa de Santa Pola y eso va quedando. Algunos se cansaron y otros se engancharo­n. Y esos vienen a verte y les digo: «Ah, o sea, que eres un damnificad­o, ¿eh?». Y se ríen.

¿Cómo ha elegido unas pocas de entre tantas canciones?

Las compañías sacan cosas y lo hacen ellos, pero quise intervenir para meter canciones que ellos nunca pondrían. Canciones que llamo «desgracia das» porque me parecen muy bonitas pero no le importan un pijo a nadie. «Canción pequeña» o «Me gusta saber de ti», que me encantan... pero que a la gente les dan igual.

¿Ha hecho alguna reflexión sobre su carrera?

No, miro muy poco atrás y nunca me escucho, porque hacerlo es ver defectos y renegar de ti mismo.

No sé si me equivoco al citar: «Cuando te pones a escarbar en la memoria, vas escogiendo del pasado aquellas cosas que te apuntalan, que te afirman, que te enrocan y te protegen».

Nuestra vida es eso. Escarbas en los recuerdos pero haciendo un control de daños. Porque si lo haces a fondo, hay cosas de tu pasado que no te gustan. Y quieres que tu propia imagen te reconforte.

¿Piensa mucho en el pasado?

La verdad es que no, aunque si lo hago, es en el remoto. Verme en un «prao» con una pelota... eso me pasa siempre que viajo a Asturias. Con 12 años, yo escuchaba mucho la radio y descubrí que no hacía falta tener una gran voz para cantar, como Aznavour. Quería dedicarme a eso que parecía tan fácil, pero tuve que hacer cuarenta y tantas canciones malas para acercarme.

Hablamos de la memoria individual, pero, ¿cómo vamos en España de memoria colectiva?

Somos muy desmemoria­dos. No recordamos las cosas que hemos vivido. Además, el gamberrism­o parlamenta­rio nunca lo había visto con esta crudeza. Hace años, la extrema derecha se cuidaba un poquito más, pero han visto campo libre. Aunque creo que la gente sí recuerda en qué consisten sus propuestas. Una España cerrada a cal y canto, en la que la gente no pueda divorciars­e aunque ellos sí se divorcien, donde no haya parejas homosexual­es. Y hay gente que se lo compra con el señuelo de que España va a al caos o al precipicio. Pero creo que la mayoría está en otras cosas, esperanzad­a. Este país, o lo hacemos entre todos, o no vale. No se pueden hacer dos países. Debemos Debemos juntar fuerzas, aunque se discrepe, porque hay intereses comunes para todas las generacion­es e ideologías.

La ultraderec­ha crece en Europa porque les votan.

Siento que es el voto del cabreo. Los populismos dan soluciones simples a cosas complejas y no es así, ni la vida ni nada. Ellos lo solucionan echando a los inmigrante­s. ¿Y quién les va a limpiar el culo a sus padres?

La izquierda tendrá alguna responsabi­lidad, desunida entre la «posmoderna» y la tradiciona­l.

Es la historia de nunca acabar. Cuando las cosas andan medio bien, se pegan un tiro en el pie. Eso no parece que tenga remedio. Confluyen en el 90 por ciento, pero no son capaces de construir.

Un 10 por ciento que no es tan importante.

Es el ruido y la extemporan­eidad. Y pensar que puedes tirar de la sociedad hacia un lugar al que quieres ir tú cuando la sociedad mayoritari­amente no está por esa labor.

El tema de la República, por ejemplo, no tiene apoyo popular.

No lo tiene, pero hay gente que idealiza y piensa que sería mejor eso. Me parece inútil quitar a la monarquía para poner una república, cosa que además es imposible parlamenta­riamente. Pero hay quien se empeña en ello.

¿Se siente identifica­do en algún partido?

Me siento a la izquierda, pero nunca he comprado toda la mercancía, ni siquiera a quien voto. Alguna vez he votado con la nariz tapada, pero no se me ocurre no hacerlo.

Sabina confiesa que «ya no es tan de izquierdas».

Creo que está desentrena­do de hablar con la Prensa y pensó que podía decir lo que se le pasase por la cabeza. Se ha sacado muy de madre. Aunque no me gustó la generaliza­ción que hacía de la izquierda de Latinoamér­ica. ¿A quién metes ahí, a Ortega y a Lula? No son comparable­s. Generaliza­ba demasiado y no sé si ha sido nunca de izquierdas, pero el mundo no fue como él pensaba que era. Cuando yo iba a Cuba no es que comprase todo el discurso cubano. En un momento dado, plegué y no volví más porque me parecían unos pesados y que hacían las cosas muy mal. Pero eso no sirve para descalific­ar a toda la izquierda latinoamer­icana, ni siquiera a toda la izquierda cubana.

Este país, o lo hacemos entre todos, o no vale. Se puede discrepar, pero hay que sumar fuerzas»

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ALBERTO R. ROLDÁN

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