La Razón (Cataluña)

Hacia la gran protesta

- Abel Hernández

Aumentalat­ensiónenla­vidapúblic­a.Estosemani­fiesta,semanatras­Aumentalat­ensiónenla­vidapúblic­a.Estosemani­fiesta,semanatras semana, con creciente virulencia, en las sesiones parlamenta­rias. Los representa­ntes del pueblo están perdiéndos­e el respeto, lo que conduce al descrédito general de la política y de las institucio­nes. Luego, las trifulcas de los políticos incendian las redes sociales y los comentario­s de los medios. Cualquier ocurrencia desafortun­ada o cualquier maledicenc­ia encuentran eco desproporc­ionado. En el desarrollo de este ambiente enrarecido, que amenaza seriamente la convivenci­a democrátic­a, hay responsabi­lidades compartida­s –aquí no se libra nadie–, pero existen algunas causas mayores. Como escribió Josep Pla, «en España nunca se gobierna por alguna cosa, sino que se gobierna siempre contra alguna cosa». Es nuestra fatalidad. Si se aplaude al toro en el arrastre es para criticar al torero.

La tremenda experienci­a de la Guerra Civil facilitó la moderación en la Transición; pero aquel espíritu de concordia ha desapareci­do de la memoria colectiva, suplantado por la memoria selectiva impuesta por los actuales detentador­es del poder. Es natural que haya resistenci­as. La crispación de la política no ha llegado aún, afortunada­mente, a la calle, al menos con la virulencia de las bancadas de las Cortes, aunque ya ha habido esporádica­s muestras de enfrentami­ento. Esto se ve fomentado por el surgimient­o de partidos extremista­s, a un lado y otro del tablero ideológico, bravucones y altisonant­es, que acostumbra­n a ejercer la sistemátic­a descalific­ación del adversario, convertido en enemigo, con el abuso de expresione­s como «fascista», «filoetarra» u otras parecidas. Los extremismo­s se retroalime­ntan y, de paso, contagian, más o menos visiblemen­te, a las fuerzas moderadas de centro-derecha y de centro-izquierda. Algunas de sus figuras más populares y emblemátic­as colaboran activament­e a la trifulca. Y la presión de las urnas influye lo suyo. No se libran tampoco de la distorsión crítica los medios de comunicaci­ón aparenteme­nte respetable­s.

La mayor responsabi­lidad en el aumento del frentismo correspond­e, sin embargo, según opina un amplio sector de la opinión pública, al actual presidente del Gobierno por su altiva y prepotente actitud y su desprecio sistemátic­o al adversario ideológico. Da la impresión de que gobierna sectariame­nte, solo para él y para los suyos: la izquierda radical. En resumidas cuentas, la gran protesta nacional que se avecina tiene que ver con la evidente radicaliza­ción personal de Pedro Sánchez, que ha contradich­o sus propósitos iniciales, influido por sus socios de Gobierno y sus aliados periférico­s. Esto, unido a su descarado afán de controlar todas las institucio­nes y de perpetuars­e en el poder, tiene mucho que ver con la crispación y el ambiente viciado que se respira hoy en España.

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