Cómo salir a flote
¿Habrá que empezar a estudiar este neorruralismo del cine español reciente como una tendencia generacional? La vuelta al campo puede significar una reivindicación de los orígenes, por muy traumáticos o amenazados por el progreso que estos sean, o, por el contrario, la excusa de una civilización urbana para escapar de sí misma y entender el éxodo rural como un nuevo proceso de colonización. La película, menos épica que «As bestas» de Sorogoyen, critica por igual a los patronos que cosechan el corcho de un terreno del Empordà explotando a un puñado de inmigrantes que a los dos protagonistas, una pareja de arquitectos (notables López y Luengo) que se han mudado a una masía destartalada, herencia de una tía de ella, con la intención de reformarla y sacar provecho de sus tierras. Como su polisémico título («suro» en catalán significa «corcho» y «floto»), el filme quiere matar dos pájaros de un tiro: por un lado, es la crónica anunciada de la disolución de una pareja, y, por otro, un comentario sobre el paternalismo de los nuevos propietarios y el racismo incrustado en el medio rural. «Suro» trabaja bien esa tensión callada que se va dibujando en círculos concéntricos sobre los personajes, aunque a veces parece en exceso programática, como si cada giro de guion, cada elemento narrativo –desde el chico árabe al que la pareja da refugio hasta las menciones a la tramontana–, existiera para cumplir una función predeterminada.
Lo mejor
►El buen trabajo de atmósfera así como las interpretaciones de López y Luengo
Lo peor
►Cinta demasiado calculada, sabemos que cada elemento tendrá una función