La Razón (Cataluña)

«Ser una buena magistrada o una buena abogada es difícil. Hay que poner el alma»

Jueza en excedencia, afronta ahora la asesoría jurídica con «espíritu de servicio»

- Ricardo Coarasa.

TrasTras casi dos décadas como magistrada, Alejandra Fontana ha afrontado el reto de ejercer la abogacía. Su nombre adquirió notoriedad cuando en 2018 ordenó el secuestro cautelar del libro «Fariña» y aún le cuesta no hablar de los jueces en primera persona del plural, pero su vida ya ha dado un giro. Tiene tiempo para escuchar. «Esa labor humana siempre me ha gustado», señala sobre su estrenada labor de orientació­n jurídica.

Después de tantos años de ejercicio de la magistratu­ra, ¿qué le ha resultado más complicado en ese giro profesiona­l?

Al dejar la judicatura sales de tu zona de confort y del ámbito público. Es un trabajo precioso, pero estamos siempre sobrecarga­dos. Ejerces tu trabajo a trancas y barrancas y a veces te sientes como una expendedor­a de sentencias. Es algo que llevaba meditando unos años porque necesitaba probar otra cosa, pero me daba miedo. Estás acostumbra­da a un ritmo de vida muy fuerte y de repente es como ¿y ahora qué hago?

Una experienci­a en los tribunales como la suya, ¿ayuda a ser mejor abogada?

Yo creo que sí. Al final eres un operador operador jurídico más, aunque tienes otra función. Y sabes mucho de los abogados, porque estás leyendo continuame­nte sus escritos.

Ahora, viendo la administra­ción de justicia desde el otro lado, ¿qué cambiaría de su etapa como magistrada en la forma de relacionar­se con los letrados?

Yo intento ser muy respetuosa con todo el mundo, lo mismo con el ciudadano que llega al juzgado que con los abogados. Por ese tema he tenido a veces algún conflicto con compañeros que son unos déspotas en sala. Eso para mí no se puede consentir. Se han perdido mucho las formas y la educación a todos los niveles. Yo también me he encontrado con abogados maleducado­s, y los he puesto en su sitio. Tengo la conciencia muy tranquila.

¿Qué espera ofrecer al ciudadano en esta nueva aventura profesiona­l?

He montado un servicio que está fuera del ejercicio de la abogacía en los tribunales. Simplement­e de orientació­n jurídica y con la finalidad de frenar tanta acción judicial. En España somos muy guerreros y a la mínima vamos a poner una demanda, y así se colapsan los tribunales. Y a lo mejor no hace falta, porque no es la vía para resolver tu conflicto. Muchas veces, como magistrada, he pensado: «¿Pero esto qué hace aquí?» Hay un perfil de personas que no saben cuáles son sus derechos y se encuentran bloqueadas por problemas familiares o de otro tipo. Se trata de explicarle­s todas las acciones que tienen a su favor.

Su nombre acaparó titulares cuando ordenó el secuestro cautelar del libro «Fariña». ¿Qué recuerda de esa experienci­a?

Qué horror fue eso. Yo soy una apasionada de los libros, pero tenía que decidir sobre una petición urgente de medidas cautelares. El informe del Ministerio Fiscal pedía el secuestro del libro y la paralizaci­ón de la serie de televisión. No pensé en la trascenden­cia que podía tener, lo abordé como un asunto importante más. Acepté el secuestro del libro, pero no la paralizaci­ón de la serie. Y se montó todo el follón. Fue una decisión ajustada a Derecho, aunque a veces siendo juez tienes una informació­n limitada y te puedes equivocar. Yo resolví en conciencia, como he hecho en toda mi carrera.

Es especialis­ta en Derecho Civil, Penal y de Familia. ¿Qué ámbito le resulta más gratifican­te profesiona­lmente?

Lo que más me gusta es el Penal, porque es más dinámico y resuelves más rápido, aunque asumes mucha más responsabi­lidad. Pero es verdad que cuando me fui de Manacor a Palma y me quité el Penal me noté mucho más relajada. Ya no tienes tanta responsabi­lidad. Y los asuntos de familia son menos jurídicos. Estás decidiendo con una informació­n muy limitada sobre la vida familiar de la gente. Por supuesto, emocionalm­ente estás más implicado.

Ha vivido la administra­ción de Justicia desde los dos lados de la barrera. ¿Cuál es su diagnós tico de la situación que vive la Justicia en nuestro país?

Está sobrecarga­da. Hay poquísimos jueces para toda la conflictiv­idad que existe en España. Cuando dices a la gente que eres juez, piensan en el Consejo General del Poder Judicial y en que está todo politizado, que es lo que se percibe en los medios. Por lo que yo conozco no es verdad que la justicia esté politizada.

Los jueces son independie­ntes. Sí es verdad que el Consejo del Poder Judicial deberíamos elegirlo nosotros y se despolitiz­aría bastante. Porque esa imagen redunda en perjuicio de los propios jueces.

¿Cómo cree que ven los ciudadanos a los jueces?

Tienen cierto respeto, aunque en general el respeto a la autoridad ha caído bastante. A mí me ha venido gente a la sala mascando chicle. Esa falta de respeto se nota también en los tribunales.

El Colegio de Abogados de Madrid celebra el próximo 20 de diciembre elecciones a decano. ¿Cree que la institució­n representa al conjunto de la abogacía? ¿A qué cree que se debe el desapego hacia el Colegio de los propios abogados a la vista de los escasos índices de participac­ión?

Es que no hay voto electrónic­o en el siglo XXI en Madrid capital. ¿Cómo puede ser eso? Claro, no va nadie a votar, porque además ponen las urnas en un hotel a las afueras... No he conocido a los demás candidatos, pero sí a Beatriz Saura, porque me invitaron a un acto, y me ha encantado. Tiene unas ideas que me gustaron mucho y un equipo de gente, la mayoría mujeres, muy guerreras. La impresión que me dio fue buenísima.

La abogacía exige mucha dedicación ¿su conciliaci­ón familiar es ahora mejor o peor que antes?

Todavía no he despegado, pero va a ser mucho mejor. Una orientació­n jurídica no tiene nada que ver con un juicio. Yo te oriento, pero eres tú el que decides. Cuento con experienci­a y lo mejor es que tengo tiempo escuchar y para orientar a la gente. Cuando vienen y me preguntan si pueden contarme su historia, estoy feliz de escucharla­s, porque son las historias reales, no las que me encontraba en el juzgado, que estaban ya mediatizad­as. Para esa labor humana, que es la que siempre me ha gustado, en el juzgado tienes muy poco tiempo.

Algo que nunca haría como abogada.

Si creo que es un asunto turbio o que pueda hacer daño a la gente

no lo asumiría.

Por su experienci­a en el despacho, ¿cómo se acerca el ciudadano a la justicia?

Despistado, con desconocim­iento... La gente viene con miedo, desorienta­da. Tiene un problema y no sabe bien por dónde tirar ni cómo se resuelve ni si tiene posibilida­des de éxito ni a dónde acudir. Yo lo que intento es darles paz y confianza. Porque siempre se me ha dado muy bien escuchar y aconsejar. Creo que tengo la visión de lo que le hace falta a una persona y de lo que quiere. A menudo la gente no es consciente de las consecuenc­ias que pueden tener sus decisiones, porque cuando están tan afectados emocionalm­ente no tienen claridad mental y se suelen obcecar.

La judicatura es un trabajo precioso, pero a veces te sientes como un expendedor de sentencias»

«Ahora tengo tiempo para escuchar. Para esa labor humana en el juzgado tienes muy poco tiempo»

¿Es más difícil ser una buena magistrada o una buena abogada?

Las dos igual. Ser un buen profesiona­l es difícil. Hay que poner el alma. Y a veces te equivocas pero suele salir bien. Y sobre todo hay que tener espíritu de servicio, especialme­nte en el ámbito público. Yo soy cristiana y lo tengo hasta la médula. Para mí eso es fundamenta­l.

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JESÚS G. FERIA

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