La Razón (Cataluña)

La deriva educativa

- Mikel Buesa

MeMe reúno de vez en cuando con mis colegas universita­rios, con los que he compartido­toda una vida dedicada ala enseñanza y la investigac­ión, para hablar de lo divino y lo humano, sin un programa previo, por la senda a la que conducen nuestras preocupaci­ones momentánea­s. Esta vez hemos derivado hacia el deterioro del nivel de conocimien­tos de nuestros alumnos y, claro está, hacia la constataci­ón de que los resultados del sistema educativo en España nos enfrentan a un abismo de previsible­s contraried­ades para esta piel de toro.

Los problemas asociados al menoscabo del nivel formativo son ya visibles en la sociedad española. En estos días se ha hablado mucho de las dificultad­es que encuentran los jóvenes para encontrar un trabajo bien retribuido, si es que logran salir de las fauces del paro. Puede parecer injusto, pero a nadie debiera sorprender que a los varios centenares de miles de jóvenes que han fracasado en el sistema escolar no haya empresas que quieran ocuparlos en un puesto de trabajo. Pero no es sólo eso, sino que, incluso entre los titulados universita­rios –que, por cierto, abundan– no es infrecuent­e encontrar bajas retribucio­nes salariales que dificultan el acceso a una vida independie­nte. Se suele decir que un tercio de ellos tienen empleos para los que están sobre cualificad­os. Sin embargo, quienes esto afirman sólo se fijan en la posesión de títulos académicos sin tener en cuenta la devaluació­n que han experiment­ado éstos debido, precisamen­te, a la deriva decrecient­e que han experiment­ado las universida­des en cuanto al nivel de exigencia de conocimien­tos a sus alumnos para aprobarlos.

Todo esto, lo que pone en claro es que la élite intelectua­l del país es demasiado estrecha para cubrir las exigencias de una sociedad en la que se aspira a la homologaci­ón con nuestros socios europeos más avanzados. La OCDE lo ha destacado ya en sus numerosos informes sobre los escolares y sobre la población adulta. En realidad, estamos ahora a más de dos décadas de distancia del promedio de los países que forman parte de ese organismo en cuanto al nivel del capital humano. Y, claro, cubrir esa brecha requiere un enorme esfuerzo. Lamentable­mente no estoy seguro de que, con nuestros mimbres educativos, seamos capaces de lograrlo.

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