«Aura», la obra que multiplicó sus ventas gracias a la censura
► Carlos Fuentes, grande de las letras, provocó un gran escándalo con esta obra, lo que el mexicano recibió con gusto porque el libro se empezó a vender como churros
La literatura explícita siempre ha causado revuelo. Vladimir Nabokov fue uno de los autores más criticados a raíz de «Lolita», pues a pesar de ser una obra innovadora y hechizante, su trama continúa causando discrepancias entre los más sensibles. Ahí reside la magia de los libros: en despertar emociones y reacciones que la vida real no permite, y en transmitir mundos nuevos que nos distraigan de la agitada cotidianeidad. No obstante, la censura es el mayor enemigo de un autor, y no solo recayó en Nabokov por sus descripciones en la obra, sino también en un mexicano, considerado uno de los mayores exponentes del boom latinoamericano junto a García Márquez, Vargas Llosa o Cortázar:
Carlos Fuentes. Se trata de «Aura», publicada en 1962, y cuya historia se sitúa durante ese mismo año en Ciudad de México. Si bien se considera una de las obras más importantes de la bibliografía de Fuentes, también fue centro de diana de muy duras críticas.
El libro narra la historia de Felipe Montero, un historiador que es contratado por doña Consuelo, viuda del general Llorente, para que termine de redactar las memorias de su difunto marido. Él vivirá en su casa, un lugar misterioso en el que conocerá a la joven Aura. Y surge la atracción. Con una narración gótica como hilo conductor, Fuentes refleja cómo, poco a poco, los protagonistas, a escondidas de doña Consuelo, van teniendo encuentros amorosos. Unos pasajes que fueron tildados de «inapropiados» y censurados por generar «conflictos existenciales». En 2001, fue el secretario de Trabajo del gobierno de Vicente Fox, Carlos Abascal, quien manifestó sus recelos con el libro, sosteniendo que no le gustaba que su hija de secundaria leyese tales roces explícitos y sensuales entre Felipe y Aura.
Sin rencores
El escándalo estaba servido. Se llegó hasta a despedir a la profesora en cuestión que decidió poner en el programa educativo la obra de un grande de las letras mexicanas como es Fuentes. En el volumen, el autor describe cómo «Felipe cae sobre el cuerpo desnudo de Aura, sobre sus brazos abiertos, extendidos de un extremo al otro de la cama, igual que el Cristo Negro que cuelga del muro de su faldón de seda escarlata, sus rodillas abiertas, su costado herido, su Corona de brezos montada sobre la peluca negra, enmarañada, entreverada con lentejuela de plata. Aura se abrirá como un altar». Ante esto, aseguró Abascal que «hice valer mi derecho a vigilar lo que lee mi hija», y por ello decidió repercutir en lo que leían tantos otros menores. Pero Fuentes, consciente
de ese papel revolucionario que la literatura siempre guarda bajo su manga, no guardó rencor a tal censura orquestada. Así, en la Feria del Libro de Guadalajara de 2008, aseguró que «cuando un libro es objeto de un acto de censura es resucitado. ‘‘Aura’’ fue objeto de una censura que yo agradezco, porque gracias a ella se multiplicaron las ventas del libro a 20.000 ejemplares a la semana. Imagínense, cosa que nos tenía felices a mi editor y a mí». Una indiferencia necesaria, y más cuando se trata de romper tabúes que resultan anticuados, como es el de la libertad de la sensualidad.