Guerra Garrido, muere la voz contra la barbarie
► El escritor, Premio Nacional de las Letras en 2006 y muy comprometido en la lucha contra ETA, fallecía ayer a los 87 años
Muy pocos escritores se atrevieron a mirar a los bárbaros de tú a tú, a cantarles las verdades tanto en su obra como en sus comparecencias públicas, y, por supuesto, a asumir las consecuencias que ello podía conllevar. Ese fue el caso de Raúl Guerra Garrido, Premio Nacional de las Letras en 2006, que nos dejaba en la tarde de ayer a los 87 años por las complicaciones de una enfermedad que le habían apartado de su vida habitual en la ciudad de San Sebastián. Nacido en Madrid y criado en El Bierzo, Guerra Garrido no se establecería en el País Vasco hasta bien entrada la década de los sesenta gracias a una licencia como farmacéutico comunitario.
Aquel establecimiento, precisamente, fue blanco de numerosos ataques violentos cuando sus ideas se cruzaron con las del terrorismo de la banda ETA. La organización lo amenazó de muerte en numerosas ocasiones y le obligó a llevar escolta por significarse contra el asesinato de Miguel Ángel Blanco.
«Cuando no se me ocurre nada escribo pensamientos, y cuando no sé expresar un pensamiento a las anécdotas», explicaba en una entrevista a este mismo diario allá por 2013, cuando presentaba «La estrategia del outsider o la vuelta al mundo de Naraya Sola», que acabaría siendo su último libro y versaba sobre una científica que tenía que ganarse la vida con su propio cuerpo.
Un hombre comprometido
Tal y como informaron fuentes familiares a EFE, Guerra Garrido falleció ayer rodeado de todos los suyos y en el policlínico de Donosti, dejando tras de sí un legado de más de una veintena de novelas y ensayos. Pese a debutar en el año 1969 con «Ni héroe ni nada», en pose de autoficción y que expandiría en numerosas incursiones novelescas a lo largo del siguiente medio siglo, su primer gran éxito fue «Lectura insólita de ‘‘El Capital’’», Premio Nadal en 1976, y, en realidad, obra troncal en su producción literaria. En ella, Guerra Garrido imaginaba el secuestro de un empresario por parte de ETA cuya única compañía resultaba ser el libro de Karl Marx.
También destacó en el séptimo arte, cuando Ferrán Llagostera quiso adaptar «La mar es mala mujer» y contó con él para el trasvase hacia lo cinematográfico,
pasándose luego a publicar con Planeta, ya consagrado, y a centrarse en la novela negra y policíaca. Así, los ochenta y los noventa los traduciría en títulos como «Escrito en un dólar», «La costumbre de morir» y «Tantos inocentes». Todo ello lo combinó con su compromiso político, como columnista en Prensa, y con su labor cívica, en tanto miembro fundador del Foro de Ermua junto a Vidal de Nicolás, Edurne Uriarte y el filósofo Fernando Savater, entre otros.
Tras sufrir la calcinación completa de su farmacia en San Sebastián, Guerra Garrido encontró en el fin de la violencia, explícita y política, también el reconocirecurro
miento de las letras españolas, consagrándose como Premio Nacional en 2006, al que sumaría luego la Orden del Mérito Constitucional y, hace apenas tres años, la Gran Cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio.
Con el fallecimiento de Guerra Garrido se apaga una de esas voces que no calló nunca frente a la injusticia contra el que piensa distinto, en verdad, la materialización de una generación de escritores que se vio asediada por sus ideas y que, para cuando la libertad fue verbo, los honores fueron verdad. «Ser singular no sirve de nada si no va acompañado de una actitud», se despedía en nuestra entrevista.
Farmacéutico de profesión, ganó el Nadal en 1976 por una novela sobre los secuestros de ETA
En 2006 obtuvo el Premio Nacional de las Letras, al que sumó la Orden del Mérito Constitucional