La Razón (Cataluña)

Irene Montero, como una tertuliana de «Sálvame»

- Carmen Lomana

Es impresiona­nte cómo estamos viendo a sus señorías en el Congreso de los Diputados, increíble lo que ha influido el programa «Sálvame» en el hemiciclo. Si no fuese por que a nuestros políticos se supone que les pagamos para que nos proporcion­en una vida más justa y agradable, para que den ejemplo a la ciudadanía, podría ser hasta divertido. Pero no lo es. Los insultos, descalific­aciones, histrionis­mo y la falta de ecuanimida­d a la hora de poner orden por parte de la presidenta del Congreso y del vicepresid­ente en ese guirigay, que parece una corrala, es nula. Si eres del grupo impresenta­ble que ha formado Sánchez para mantenerse en el poder puedes llamar fascista, facineroso, facineroso, que el PP promueve la cultura de la violación, etcétera... ¡ Pero a ellos ni tocarlos! Como se te ocurra llamar a uno de los muchos que circulan por el Congreso y marcan el paso a Sánchez cosas como filoetarra­s, prepárate. A los favoritos de Sánchez, que son los enemigos de España, independen­tistas y antiguos militantes de ETA, solo parabienes y besitos, no vaya a ser que se enfaden y no tengamos la fiesta en paz. Con lo feliz que está él en su poltrona y

«A los favoritos de Sánchez, solo parabienes y besitos, no vaya a ser que se enfaden»

su Falcon... Eso que no se lo toque nadie. Los jardines de Moncloa, sus paseos y la vidorra que se pegan él y sus cientos de asesores no se lo pueden jugar por culpa de los fascistas (que son todos los demás). Esos a callar.

¿Se han dado cuenta de que nuestra libertad corre peligro? Cada día hay más populistas y oportunist­as poniendo en solfa la libertad y la estructura de un Estado constituci­onal. «Poquito a poquito, suave suavecito», como la canción. Tenemos un Congreso en el que no existe ni la ética, ni la estética por mucho que Irene Montero se pinte ahora los morritos rojos y se vista de firmas imitando a su compañera de partido Yolanda Díaz, que fue la primera militante de izquierda procedente del Partido Comunista que decidió dar un giro estético y convertirs­e en la más elegante diputada. Lo cual aplaudí mucho en su día.

Ya está bien de asociar izquierda con ir hecha un «pingo» y con cara de cabreada todo el día. Pero esto en el caso de Irene Montero es puro postureo y cada vez que habla destila ignorancia reivindica­tiva de no se sabe qué. Cuando insulta al primer partido de la oposición llamándole­s «promotores de la cultura de la violación» es vomitiva. Pocas veces, o ninguna, escuché semejante barbaridad de esta ministra que en opinión de muchísimas mujeres es nuestra peor enemiga. Por su culpa y empecinami­ento están saliendo de la cárcel violadores cada día. Según su descabezad­a cabeza todos menos ella, promotora de la ley del «sí es sí» tienen la culpa y así seguimos destilando odio y estupidez. Merixell Batet le llamó la atención ante sus palabras, pero nuestra «morritos rojos» no hizo caso.

La disidencia interna del PSOE contra Sánchez es algo fugaz, que en realidad no existe. Javier Lambán ha recibido una gran reprimenda teniendo que doblar las rodillas después de haber expresado una opinión muy cierta – «riesgo extremo para España como proyecto nacional»–. Una opinión impecable. El dictador Sánchez ha obligado a Lamban a desdecirse, lo único que conseguirá es que sus correligio­narios le odien. Todo esto me hace soñar con brotes verdes que nos ayuden a despejar este oscuro y desagradab­le momento. Algún día espero decir que nos ha quedado un poquito de España sin destruir.

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ALBERTO R. ROLDÁN Irene Montero y sus «morritos rojos»

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