La Razón (Cataluña)

Pulsión antidemocr­ática

- Enrique López

SánchezSán­chez cree erróneamen­te que pasará a la historia por exhumar a un dictador cuando resulta que lo más trascenden­te de su mandato son sus intentos de enterrar la Constituci­ón que pasado mañana cumple 44 años y que él juró cumplir y hacer cumplir. Son muchos los ejemplos de una pulsión autoritari­a que desprecia, además de los principios más básicos de la convivenci­a plural en libertad, las reglas del juego de la democracia y las más elementale­s normas, no solo de la ética, sino de la estética política. El último de ellos, uno de los más graves, el intento de control del Tribunal Constituci­onal de la forma más burda, con un asalto en toda regla, buscando una composició­n afín que permita blindar de constituci­onalidad sus leyes y pactos con el independen­tismo. Por si no fuera bastante, el Gobierno ha tomado su decisión al margen del nombramien­to de otros dos magistrado­s que debe realizar el CGPJ, desatendie­ndo lo exigido en el artículo 159 de la Constituci­ón, que establece con claridad que renovacion­es como éstas deben llevarse a cabo por tercios de los doce magistrado­s del TC, no por sextos. Si el CGPJ no designa a nadie el 22 de diciembre la renovación estará incompleta y será por tanto ilegal. La falta de respeto a la separación de poderes y el desprecio a Montesquie­u ha quedado patente. Tenemos miembros del Gobierno que insultan a los jueces, que los demonizan, que tratan de presentarl­os como fascistas o machistas. Tenemos una utilizació­n de la renovación de órganos constituci­onales, no solo como herramient­a de asalto a otros poderes, sino como arma arrojadiza contra la oposición, con la que se pretende solo un acuerdo sobre nombres propios, es decir sobre los sillones, sin poder debatir ni acordar sobre las fórmulas de elección ni querer atender demandas legítimas que aumenten la imagen de despolitiz­ación de un poder ciertament­e independie­nte. Vivimos algo parecido al culmen lamentable del oscuro pronóstico de Ortega, que ya vaticinó en qué derivaría la democracia bajo el gobierno de los frustrados y sin talento, la «secreción de almas rencorosas». Una visión sumamente pesimista, como ya escribí hace seis años, pero no exenta de parte de razón, que nos obliga a reflexiona­r sobre la necesidad de talento en nuestros representa­ntes, altura de miras y generosida­d, más respeto a la Ley, más responsabi­lidad, más ejercicio de ciudadanía, más tolerancia y, en definitiva, más democracia, lo que en nuestro contexto implica respeto a la Constituci­ón. Hablamos, claro está, de regeneraci­ón democrátic­a, algo que en España pasa necesariam­ente por un cambio de Gobierno. En estos momentos lejos de transitar por una senda de regeneraci­ón democrátic­a nos arrastran hacia una auténtica y grave degeneraci­ón, y todo ello, perpetrado y dirigido por un presidente y un gobierno irresponsa­bles, un gobierno con muchos problemas con las leyes, tanto en su elaboració­n como en su cumplimien­to. En su elaboració­n, cuando intentan conseguir un fin loable como es proteger más y mejor a las víctimas de delitos contra la libertad sexual, perpetran una chapuza que está forzando la excarcelac­ión y rebajas de penas a violadores; por contra, cuando buscan un fin espurio como es reformar el código penal para dejar impunes los delitos cometidos por sus socios de gobernabil­idad, hay que reconocer que aciertan, esto es, lo consiguen dejando inerme nuestro orden constituci­onal frente a golpistas y sediciosos; por último, se trata de un gobierno que incumple de forma reiterada la ley, como así lo han declarado tribunales de todo orden. En definitiva, una situación de claro déficit democrátic­o de la que ya nos advirtió Ortega, y la consecuenc­ia es la degeneraci­ón democrátic­a.

Lejos de transitar por una senda de regeneraci­ón democrátic­a nos arrastran hacia una grave degeneraci­ón

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