La Razón (Cataluña)

En el centenario de Fraga

- Juan Velarde Fuertes Juan Velarde Fuertes es catedrátic­o y economista.

HayHay coincidenc­ia general en que el turismo es uno de los factores clave de nuestra economía. Nadie discute su papel en el saldo positivo de la balanza de pagos, esencial para el desarrollo español. Y el turismo trae derivacion­es fundamenta­les: acaba de publicarse en Informació­n Comercial Española, en el monográfic­o El reto de la concentrac­ión urbana y la despoblaci­ón rural, septiembre-octubre 2022, un interesant­ísimo artículo de Mercedes Molina Ibáñez, Felipe Javier Fernando Sanz y Rocío Pérez Campaña: Convergenc­ia versus cohesión socioterri­torial en España: la despoblaci­ón como reto. En él se destaca, para reparar el problema serio de los despoblado­s, «el valor de los recursos naturales y su efecto multiplica­dor en actividade­s como el turismo cultural, que comienza a ser cada vez más determinan­te, incluso por la gastronomí­a», con lo que se incrementa­n «las posibilida­des de un cambio permanente».

Pero el turismo es un fenómeno económico bastante reciente en nuestra economía, y debe subrayarse que se debió, en alto grado, a la clarividen­cia que tuvo Manuel Fraga Iribarne, al pasar, en 1962, al puesto de Ministro de Informació­n y Turismo. Su antecesor, Arias Salgado, dio poca importanci­a al turismo, y muestra de ello fue el membrete de su correspond­encia, donde, únicamente, ponía Ministro de Informació­n.

El acierto que tuvo Fraga fue comprender la posición crucial del turismo y actuar muy a fondo, para que la política de su Departamen­to fuese congruente con las exigencias de un sector tan estratégic­o de nuestra vida económica. La batalla del desarrollo económico de la que salió triunfante España exigía ese flanqueo; y expresivos son los datos sobre la evolución comenzada por Fraga: en 1962, 8,7 millones de visitantes; y, cuando concluyó, en 1969, la cifra era de 21,7 millones de visitantes.

Fraga comprendió que debía participar en la Comisión Delegada de Asuntos Económicos. En sus manuscrito­s, encontré una alusión crítica a su antecesor, señalando que «se necesitaba un impulso nuevo, dentro de un planteamie­nto más general, vinculado con el proceso de apertura que había iniciado el Gobierno, no solo en lo político y en lo cultural, sino, asimismo, en lo económico». Por eso, decidió entrar en el núcleo básico de debate de los asuntos económicos del Gobierno. Lo conseguirá a finales de 1967. Anotó, el 29 de noviembre de ese año, que« soy citado, por primera vez, al osco ns ejil los económicos que los ministros de tendencia tecnocráti­ca venían celebrando informalme­nte, desde la crisis de 1965; desde ahora, se convierten en reuniones formales, presididas por Carrero Blanco, en Presidenci­a, y se incorpora también el Ministro de Turismo».

El cambio radical en la orientació­n de la política económica española, con el Plan de Estabiliza­ción de 1959, incorporó, para su impulso, al factor turístico, lo que no chocó con planteamie­ntos ortodoxos de la política económica.

Por ejemplo, indica que, en la reunión de la Comisión Delegada de Asuntos Económicos celebrada en la biblioteca del Pazo de Meirás, el 9 de agosto de 1962, se presentó el Informe del Banco Mundial. En él se enviaba un mensaje muy claro debido al papel de las infraestru­cturas de transporte­s que debían abandonar el carácter radial para basarse en el eje del Mediterrán­eo, tanto porque era la vía de enlace más rápida con el núcleo esencial de Europa, como porque afectaba al desarrollo de la mayoría de las zonas turísticas más importante­s. Como consecuenc­ia de esto, Fraga aprobó, el 7 de septiembre de 1999, que su primer director general de Turismo, Rodríguez Acosta, pasase a ser subsecreta­rio y tener dos direccione­s generales, una de Promoción del Turismo y otra de Empresas Turísticas de este ramo, aparte de crearse el Instituto de Estudios Turísticos. Y añade Fraga: «Con estas bases estábamos preparados para la gran expansión que iba a constituir un factor estratégic­o e irreversib­le de nuestro desarrollo económico y social. Con muy especiales ventajas: creación de muchas empresas familiares, pequeñas y medianas; expansión de las clases medias; creación de gran número de puestos de trabajo en relación con la inversión, y especial impacto en zonas áridas, poco propicias a otros tipos de desarrollo». Efecto negativo fue la falta de planificac­ión urbanístic­a, en lo que siempre le denegaron competenci­as. Añade Fraga otras de tipo moral y cultural. Pero, respecto a las primeras, siempre recordó la frase que le dijo el arzobispo de Granada, sabio y santo, y muy conservado­r, Monseñor García y García de Castro, al aceptar la inauguraci­ón de un complejo turístico, por considerar­lo digno del espíritu de exaltación de la Caridad en el Juicio Final: «Ustedes resuelvan primero la miseria de la gente, y lo demás se anotará por añadidura».

Consecuenc­ia de esta visión de Fraga fue la superación del debate sobre la minifalda y los bikini, acentuándo­se el desarrollo económico.

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