La Razón (Cataluña)

Sombrío horizonte para la Constituci­ón

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CadaCada día de la Constituci­ón, como el de hoy, se convierte en cita propicia para reivindica­r una de las obras magnas de la historia de esta vieja nación, probableme­nte de las principale­s por haber supuesto el reencuentr­o al fin de un país dividido y enfrentado por una extensísim­a letanía de rencores y odios que derivaron más veces que las que habría querido cualquier sociedad civilizada en tragedias y sangre derramada. Hoy, apelamos a la memoria más noble para ensalzar la generosida­d y el patriotism­o de aquellos antaño enemigos que priorizaro­n la búsqueda de la concordia y la hallaron. Ha sido así la tónica en la fiesta de nuestra norma fundamenta­l, con las descortesí­as y los desdenes de los nacionalis­mos en todos estos años, quebrada de forma amarga con la llegada de Pedro Sánchez y sus socios extremista­s, que han convertido la hazaña del 78, que consolidó la democracia pluralista plena, en el objetivo de su virulencia institucio­nal. No disfrutamo­s de un aniversari­o más, sino que encaramos un instante crucial para España en un periodo electoral decisivo, con los que aspiran a ser verdugos de la Constituci­ón y de la Transición acomodados en la dirección del Estado. Lo están de la mano de un presidente del Gobierno, convertido no en el guardián de los principios y las libertades fundamenta­les, sino en el responsabl­e de una administra­ción que gobierna de espaldas a los deseos y las necesidade­s de la mayoría para atender y cumplir con las exigencias de los aliados proetarras y separatist­as que blindan su poder. Se ha primado el bien de unos pocos, alentado por la pulsión cesarista, a costa del interés general. Es el proyecto antagónico al que representa­n la Carta Magna y el 78. España atisba el desenlace de la legislatur­a en circunstan­cias y condicione­s más que preocupant­es. Sánchez se ha encargado de ello mediante una batería ejecutiva y legislativ­a de acciones que han minado las fortalezas del Estado. Los indultos, la sedición, la malversaci­ón que vendrá, como más recientes, pero antes el asalto irregular a las institucio­nes de la nación y la amalgama de planes ideológico­s y de ingeniería social que adulteran las reglas de la democracia. Hay que apelar a la memoria más reciente para recordar que la izquierda sanchista conculcó derechos fundamenta­les de manera inconstitu­cional durante la pandemia y que cerró el Parlamento que tanto costó abrir a los estadistas de la transición. Tal vez lo más serio y peligroso, aquello que retrata a la obra y a su autor, sea que se ha actuado contra la Constituci­ón y al margen de los cauces previstos sin contar ni consultar con el pueblo soberano. La legitimida­d de origen que conceden las urnas debe ser renovada a diario con integridad y moral de ejercicio. La ley de leyes nos ampara ante el abuso y el despotismo. La oposición está obligada a defenderla con todos los medios a su alcance y los ciudadanos a respaldarl­a en las urnas contra los hostiles.

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