La Razón (Cataluña)

Un animal indomable llamado Félix «el Loco»

Diaghilev intentó hacer de él una estrella del ballet, pero los corsés y las normas no iban con este hombre salvaje

- César Alcalá. MADRID

AlAl hablar de Félix Fernández García, Félix «el Loco», lo estamos haciendo de un juguete roto. ¿Por qué decimos esto? Diaghilev intentó que fuera una gran estrella del ballet, pero sus circunstan­cias personales se lo impidieron y la decadencia lo llevó a la locura. El bailarín y coreógrafo de los Ballets Rusos de Diaghilev escribe en sus memorias que «se presentó a sí mismo como Félix Fernández García, y mientras hablábamos con él, percibí que se trataba de una criatura de temperamen­to nervioso y luminosa fuerza, dotada de un talento muy original. Pronto nos dejó claro que no era feliz con su vida por lo que se divertía bailando en el café». Esto ocurría en Sevilla en 1916. Con ellos estaba Manuel de Falla. Diaghilev quería convencerl­o para que le cediera «Noche en los jardines de España» para realizar una pieza de inspiració­n española. Falla no estaba por la labor. Creía que un fracaso podía perjudicar­le. Por eso intentó dilatar la situación. La cosa quedó ahí y la relación con Félix.

En 1917, en un tugurio madrileño, Diaghilev volvió a encontrars­e con el bailaor. Los Ballets estaban a punto de marchar a Barcelona. Antes de acabar con la temporada en el Teatro Real, lo invitó a ver «Sheherezad­e». Quedó impresiona­do. El siguiente paso fue aceptar la invitación que le hizo Diaghilev a formar parte de los Ballets. La idea del empresario era hacer una obra sobre el libreto de Pedro Antonio de Alarcón «El Corregidor y la Molinera», con música de Falla. Félix sería el protagonis­ta de ese ballet. Ahora bien, solo tenía la idea. Ni música, ni coreografí­a, ni decorados, ni vestuario. Félix acepta la invitación y se marcha a Barcelona con los Ballets. Mientras todo seguía siendo un proyecto, Félix le enseñó a Massine, Solokova, Woizikovsk­y y Slavinsky danzas españolas. Al finalizar la temporada en Barcelona viajaron por toda España, con Falla, para que se inspirara. La casualidad quiso que, en Granada, antes de regresar al hotel, escuchasen a un ciego tocar la guitarra. Falla le pide que repita la melodía. Se lo pidió otra vez, hasta que se la aprendió. Aquella canción quedó plasmada en la sevillana de «El sombrero de Tres Picos». La farruca del mismo ballet es inspiració­n del zapateado de Félix. En la partitura original, al margen, se puede leer: «Dictada a los ritmos de Félix Fernández».

En sus memorias Solokova escribe que «bailaba de rodillas, brincaba en el aire, caía a plomo sobre un lado del muslo, se volvía y se incorporab­a de un salto a tal velocidad que resultaba increíble que el cuerpo humano pudiera soportar aquel esfuerzo sin hacerse daño». Diaghilev y Massine le ofrecieron oportunida­des de bailar en los Ballets, mientras Falla acababa la música del ballet. No encajó en aquel ambiente tan académico. No llegó a asimilar los ritmos sinfónicos.

Su arte estaba en la improvisac­ión y no era una danza encorsetad­a, que no daba ninguna posibilida­d a brillar como Félix quería y sabía hacerlo. Solokova escribe que «dudé de si Diaghilev había hecho bien al arrancarlo de su ambiente natural».

Los Ballets querían estrenar «La tienda fantástica», de Rossini. Massine le ofreció la posibilida­d de bailar la tarantela. Fue incapaz no ya de asimilar el papel, sino de aprenderse los pasos. Ante aquella situación se la cedieron a Woizikovsk­y. Félix se sintió humillado. La realidad es que, de 1916 a 1919, solo fue capaz de bailar el papel del buhonero en Petrushka.

Gritos ante el desastre

Poco a poco su estado mental y psíquico se deterioró, en gran parte porque en aquel momento estaba instalado en Inglaterra y le costaba adaptarse. Ese deterioro se empieza a percibir cuando da clases de danza española a los bailarines. Si algo salía mal se ponía a gritar. Asimismo, aumentaron sus excentrici­dades. Para poder bailar danza clásica se obsesionó con el metrónomo. Era tal que llegó a caminar y a comer a ritmo de este instrument­o.

El caos llegó poco antes del estreno de «El sombrero de Tres Picos» en Londres. En los carteles no aparecía su nombre y sí el de Massine. Poco después sufrió un ataque de locura. Lo descubrier­on bailando desnudo ante el altar de la iglesia de Saint Martin-in-theFields. Fue ingresado en el hospital Long Grove de Epson el 13 de mayo de 1919, donde permaneció hasta su muerte en 1941. Aunque nunca bailó «El sombrero de Tres Picos», este no existiría sin Félix. Solokova y Massine lo visitaron regularmen­te.

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MERCEDES BURGOS El Ballet Nacional de España programa estos días (hasta el 22 de diciembre) una pieza dedicada a Félix Fernández, «El Loco», en el Teatro de la Zarzuela

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