La Razón (Cataluña)

Marruecos, un país paralizado

Los aficionado­s magrebíes mezclan ilusión y respeto ante el partido contra la Roja

- Antonio Navarro. RABAT

Pocas veces metáforas colectivas como éstas, en relación a la intensidad con la que el pueblo marroquí aguarda el partido contra España, han sido menos exageradas y más precisas y ajustadas a la realidad. Marruecos está paralizado antes del partido más importante –por lo deportivo y lo simbólico– de su historia: nunca antes los «Leones del Atlas» alcanzaron unos cuartos de final de un Mundial; una lluvia persistent­e y a ratos intensa –el agua tan deseada y necesaria en este país parece estar llegando– invita a continuar la espera introspect­ivamente en el hogar o al menos a resguardo del aguacero. Del Rif al Yebala y de Tánger a Dajla, de las recónditas aldeas del Atlas al interminab­le litoral atlántico, este equipo joven, impetuoso y a ratos preciosist­a, también variopinto y multilingü­e –no ha sentado nada bien en Marruecos la acusación vertida desde algún medio español de que hay hasta 14 «extranjero­s» en el equipo magrebí–, ha suscitado en tiempo récord unanimidad­es territoria­les, de clase y condición como pocas veces se recuerdan.

El café, epicentro de la vida social de los marroquíes, y el hogar, serán los escenarios de una desbordada pasión colectiva. En Casablanca, la más poblada de las ciudades de Marruecos, hay instalada desde el comienzo del Mundial una imponente fan zone que congregará multitudes. Todos, mayores y niños, hombres y mujeres, futboleros y curiosos sin interés alguno por el fútbol, se prey guntan al cruzarse en la calle dónde verán el partido, consciente­s de que algún día esta tarde del 6 de diciembre será una de esas fechas en que se habrá de recordar dónde con quién lo viviste. Quien hasta ahora no ha elogiado públicamen­te a los «Leones», quizá a la espera del pase a cuartos, es el jefe del Estado, el rey Mohamed VI, quien por el momento ha tomado la palabra para felicitar al emir de Qatar por la «buena organizaci­ón» del torneo. Lo cierto es que, con la excepción de las veleidades patriótica­s de algunos en las redes sociales –alusiones al carácter de revancha histórico del encuentro, mezclandoa­Boabdil,Abd-elKrim, los almohades y los generales africanist­as del Ejército español–, los marroquíes se toman el choque como lo que es: un partido de fútbol. Ejemplar en ese sentido ha sido el entrenador de los «Leones del Atlas», Walid Regragui, quien ha llamado a «desdramati­zar» los octavos. Y, entretanto, para el pueblo de Marruecos esta víspera de más de cuatro días está siendo una fiesta y un sueño esférico del que no quiere aún despertar.

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La expectació­n en todo Marruecos es máxima

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