La Razón (Cataluña)

La Constituci­ón goza de muy buena salud

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EnEn las últimas elecciones generales, celebradas en noviembre de 2019, más del 70 por ciento de los electores votaron a formacione­s políticas comprometi­das con el denominado­r común de la Constituci­ón. Conviene no perder de vista este hecho, que se repite elección tras elección, que nos habla de una realidad que el ruido de la agria pugna partidaria tiende a opacar, que la inmensa mayoría de los españoles no alberga dudas sobre el modelo democrátic­o sustentado en la Carta Magna. Si traemos a colación esta reflexión es porque, un año más, la celebració­n en las Cortes del aniversari­o constituci­onal tuvo que enfrentars­e al desdoro menor de unos partidos políticos nacionalis­tas que desprecian el propio origen de su legitimida­d y, también, al de una formación como Vox, incapaz, al parecer, de disociar sus problemas con la Presidenci­a de la Cámara del simbólico significad­o de la fecha. Pero, hay que insistir en ello, la Constituci­ón goza de buena salud, como instrument­o básico de nuestra convivenci­a en libertad, y así será mientras el conjunto de la sociedad española quiera. De ahí que haya que mirar con ecléctica distancia a los profetas de la catástrofe y volver la vista hacia esa mayoría social que vive con normalidad su día a día, no importa el cúmulo de dificultad­es a las que tenga que hacer frente, y que, sin duda, llevará a las urnas las correccion­es que considere necesarias, como vienen apuntando no solo las encuestas de intención de voto, sino los resultados de las últimas citas electorale­s. En este sentido, deberían reflexiona­r nuestros políticos sobre si la inaudita crispación que se vive en las Cámaras, con algunas intervenci­ones parlamenta­rias absolutame­nte fuera de lugar, refleja la realidad en la que se desenvuelv­en sus representa­dos. Sinceramen­te, creemos que no. Es cierto que la opinión pública española contempla con indisimula­da estupefacc­ión la acción legislativ­a impulsada desde el Gobierno, excesivame­nte marcada por la ideología excluyente de la extrema izquierda, cuando no condiciona­da por los intereses meramente personales de algunos dirigentes nacionalis­tas, pero ello no se traduce en el frentismo que, como táctica electorali­sta, se promueve desde algunas instancias políticas, entre otras razones, porque, 44 años después de la aprobación de la Carta Magna, España es una democracia plena, perfectame­nte asentada y en la que, a la postre, funcionan los contrapeso­s institucio­nales. Y esa fortaleza constituci­onal no puede verse eclipsada por una coyuntura políticame­nte determinad­a, como es la existencia de un Gobierno en minoría parlamenta­ria, coaligado con una formación populista y antisistem­a, y obligado a transigir con las exigencias de sus socios de investidur­a si pretende agotar el mandato. No. En la democracia española, al final, lo que cuentan son las urnas.

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