La Razón (Cataluña)

El presidente y la Carta Magna

- Rebeca Argudo

PedroPedro Sánchez diciendo a cámara que «hoy (ayer) estamos celebrando el aniversari­o de la Constituci­ón española» provoca la misma sensación que provocaría escuchar a José Rabadán decir que está celebrando el día del padre o a Ratko Mladic el diez de diciembre. Voy a reformular esta frase porque Pablo Echenique tiene problemas con el pensamient­o abstracto y capaz es de que se le vuele la cabeza y tuitear (no hay nadie que le quiera que le desconecte el wifi y le evite el ridículo) que la ultraderec­ha (todo lo que está más allá de él, Irene Montero y Pablo Iglesias es ultraderec­ha, esa pagana trinidad disfuncion­al) ha llamado a Sánchez parricida y genocida.

Lo que quiero decir (lo diré para Echenique y para un niño de seis años con problemas cognitivos) es que es bochornoso hasta el sonrojo ver a un señor, con alguna que otra sentencia del Tribunal Constituci­onal a sus espaldas que declaran inconstitu­cionales sus medidas, celebrando (diciendo que celebra) el aniversari­o de un texto, procuren no reírse, que tiene como fin, entre otros, establecer la separación de poderes. Lo celebra, digo, el que tiene bloqueada la renovación del Consejo General del Poder Judicial porque se niega a reformar la LOPJ, como piden desde Europa y reclama el PP, para que se adapte la elección de los vocales a los estándares europeos y al Tratado de la Unión Europea en cuanto a independen­cia judicial.

Lo celebra, dice, el que no tiene problema ninguno en pactar con los sediciosos (ex sediciosos casi: ahora serán «esos de los desórdenes públicos agravados»), con los here

deros de los terrorista­s que jamás han condenado ese terror y con los que no han dudado nunca en manifestar su intención de derribar la monarquía y su desprecio por ella. «Honrar la Constituci­ón implica cumplir con todos los artículos de la Constituci­ón todos los días del año», decía Sánchez mirando a cámara, con tonito de homilía. Se dirigía, claro, a la oposición, a quien acusaba de estar situados fuera de la Constituci­ón. No a Otegui, que seguía manifestan­do su desprecio y rechazo por esta (por si a alguien se le olvidaba). Ni, por ejemplo, a los CDR, cachorros de sus socios indepes, que mientras tanto quemaban ejemplares de la Constituci­ón en Barcelona.

Esto no indignaba a Sánchez y tampoco a Echenique, el de las dificultad­es para el pensamient­o abstracto (tampoco le exijamos imposibles), al que sí indignaba, y así lo hacía saber rápidament­e en redes (que es donde ellos se hacen fuertes a gritos) que Alberto Núñez Feijóo o Cuca Gamarra loaran la Constituci­ón por su aniversari­o. No es que nos sorprenda la pantomima de los que la han pisoteado y la siguen pisoteando, los que la respetan, pero poco, y por imperativo legal (recordemos las palabras de Pablo Iglesias en 2014 en el Congreso de los Diputados: «Prometo acatar la Constituci­ón hasta que los ciudadanos de mi país la cambien para recuperar la soberanía y los derechos sociales»). Ya nos tienen acostumbra­dos a la tramoya de la indignació­n impostada. Y para Sánchez, ya lo sabemos, la Constituci­ón merecía respeto ayer y mientras le enfocaban con la cámara. Pero hoy ya es otro día y ya no el de nuestra ley fundamenta­l. Y puede volver a vilipendia­rla si le viene bien para lo suyo porque, donde dijo digo, hoy dice Diego y, mañana, dirá Rodrigo. Se le ha olvidado a Sánchez, parece, que prometió ante el Rey guardar y hacer guardar la Constituci­ón. O quizá no se le ha olvidado y es a nosotros a los que se nos ha olvidado que la palabra de Sánchez no vale nada.

No nos sorprende la pantomima de quienes pisotean la Constituci­ón

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