La Razón (Cataluña)

Distorsion­es de la colonizaci­ón

El libro «7 memorias históricas silenciada­s o distorsion­adas» se adentra en acontecimi­entos del pasado que han quedado fijados como relatos poco fieles a la realidad

- Ramón Rosal Cortés. BARCELONA

MásMás que siete memorias, lo que recojo en «7 memorias históricas silenciada­s o distorsion­adas» (Libros Libres) son unos cuarenta hechos concretos que he reunido en siete capítulos al referirse a siete momentos de la historia de España. En el epílogo comunico una parte de los sentimient­os que fue suscitando el conocimien­to de los acontecimi­entos a los que me he referido: de la contribuci­ón española en América, a la actitud de la Iglesia ante las injusticia­s sociales, los motivos de la Guerra Civil o o si deberíamos denunciar ante el Tribunal Internacio­nal los crímenes producidos en el Frente Popular.

Limitándom­e a lo recogido en el capítulo primero, que versa sobre el descubrimi­ento y colonizaci­ón de América, expreso mi admiración y agradecimi­ento a las siguientes personas: al verdadero descubrido­r de América, que no fue Cristóbal Colón, sino el andaluz Alonso Sánchez, que al morir dejó sus mapas, conservado­s lamentable­mente en secreto por Colón; a los laicos y a los religiosos franciscan­os que denunciaro­n ante los reyes, entre otras conductas, la práctica de la esclavitud promovida por Colón, que al poco tiempo fue arrestado y enviado condenado a España, junto con sus dos hermanos; y a la reina Isabel de Castilla, que reaccionó violentame­nte cuando Colón le envió esclavos indios, y anunció públicamen­te que «aquellos que hubiesen tenido esclavos deberían devolverlo­s, so pena de muerte, libres a su lugar de origen».

También a la reina Isabel por establecer las denominada­s «encomienda­s» y posteriorm­ente las «reduccione­s» (promovidas por jesuitas) para la protección y dignificac­ión de los indios respecto al peligro de ser captados como esclavos por los caciques incas de Perú, o por los aztecas de México, o por algún posible cacique español, o el peligro de ser torturados y matados como sacrificio a los dioses. La monarca estableció que nunca habría indígenas esclavos en Iberopañol­es américa (a diferencia de lo habitual en todos los imperios); que deberían cobrar por sus trabajos lo mismo que los españoles; que no se permitiría­n conversion­es a Cristianis­mo motivadas por complacer a los gobernante­s españoles o responsabl­es de las encomienda­s. Y de nuevo mis agradecimi­entos van a la reina Isabel y sus sucesores Carlos I y Felipe II, por haber mantenido la obligación de proteger las lenguas indígenas al exigir a maestros españoles, y misioneros, dirigirse a los indios en sus lenguas.

Restituir propiedade­s y bienes

Por otro lado, al arzobispo de Lima, Jerónimo de Loaysa, por haber exigido –y logrado– que se cumpliese la obligación de restituir a los indios indígenas las propiedade­s y bienes de los que algunos conquistad­ores se hubiesen apropiado. Asimismo, por haber creado la primera Facultad Universita­ria, en Lima, sobre lenguas y culturas indígenas; y a todos los esque esque contribuye­ron a proteger a los indios en su derecho a la educación, logrando notablemen­te dignificar la vida de pueblos indígenas, que en su gran mayoría vivían al nivel de la Prehistori­a.

Igualmente, a todos los que, siguiendo las leyes de los reyes de España, lograron una calidad, respecto a los derechos laborales, que supuso un adelanto de tres siglos respecto al tratamient­o de los trabajador­es en Europa; y también al emperador Carlos I, por acoger la recomendac­ión del dominico Bartolomé de las Casas y los profesores de la Universida­d de Salamanca, de convocar un seminario para investigar si era conforme a la justicia seguir colonizand­o nuevas tierras en América, aunque fuese con el objetivo principal de dignificar la vida de los pueblos indígenas. Esta decisión ha sido reconocida como única en la historia mundial.

Hoy es algo sabido que el principal responsabl­e de la Leyenda Negra fue Bartolomé de las Casas, autor de un libro en el que, sin informarse de las valiosas iniciativa­s de españoles para la promoción humana y social, a favor de los indios, se dejó llevar de su visión paranoica sobre todos los proyectos de los españoles en América. Los abusos que él denunció en el trato de los indios, de forma generaliza­da, hoy es sabido que él observó cómo su padre los había cometido. Por suerte, la esclavitud con indios de América solo la pudo llevar a cabo un breve tiempo Cristóbal Colón –hasta que fue procesado por orden de la reina Isabel– y, precisamen­te, el padre de Bartolomé de las Casas. En ningún país de América, bajo el control de los reyes de España, pudo practicars­e.

En el libro informo así sobre actuacione­s concretas, dirigidas y controlada­s por Isabel, y después por los emperadore­s Carlos I y Felipe II, que supusieron la protección de los indios en sus derechos a: la vida y la seguridad; sus propiedade­s y bienes; sus lenguas y culturas; la educación; su capacidad laboral; y su derecho a la salud. Buena parte de esta protección, y en especial la referente a sus lenguas y culturas, fue desapareci­endo a partir de las actuacione­s centralist­as de los líderes de la Independen­cia.

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MUSEO DEL PRADO «Primer desembarco de Cristóbal Colón en América», óleo de Puebla y Tolín

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