La Razón (Cataluña)

Esclavitud a un estilo

- Gonzalo Miró

LoLo que se anticipó en la derrota frente a Japón, se certificó ante Marruecos en un partido que la selección magrebí supo jugar mucho mejor que España y terminó con los de Luis Enrique de vuelta a casa, casi a las primeras de cambio.

La incapacida­d de la selección para encontrar alguna alternativ­a a los problemas que le plantean los rivales ha terminado en una justa eliminació­n. No había quien se creyera la reflexión de la expedición tras caer ante los nipones, pero escuchando las argumentac­iones de la falta de ideas ante Marruecos, la sensación es que se engañan ellos solos. España tiene una gran virtud. Tiene una idea muy clara de fútbol que sabe llevar a la práctica mejor que nadie, pero las carencias son demasiadas como para resolver problemas que plantean equipos muy bien trabajados.

A Luis Enrique no se le pasa por la cabeza un mínimo cambio táctico que sacuda un poco el árbol cuando las necesidade­s del partido lo piden a gritos. Ya sea repoblando la zona central o metiendo delanteros en el área. En el polo opuesto de lo que dijo el gran Groucho Marx, la selección tiene un principio ha decidido morir con él, sin tener la más mínima intención de ampliar el abanico de opciones.

Este equipo ha tenido un único protagonis­ta, un entrenador que ha buscado ser el foco mediático sin discusión y para él será la máxima responsabi­lidad de esta debacle. La honestidad del técnico es palmaria, pero la obcecación en su idea de juego termina por convertir a la selección en un equipo débil y muy previsible, a expensas de una calidad individual que no ha aparecido en Qatar y una personalid­ad que no se ha tenido. No se puede jugar al fútbol solo de una manera por muy bien que se haga. La riqueza está en la variedad y de eso nosotros andamos escasos.

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