La Razón (Cataluña)

Cuando vas de «streamer» por la vida pasa lo que pasa

► Nos quedará la duda de qué habría ocurrido si, en vez de montar shows en streaming, Lucho hubiera optado por estudiar compulsiva­mente a los rivales

- Eduardo Inda

LosLos fantasmas de España volvieron a salir a la palestra en el estadio Education City de Qatar y pasó lo que pasó. Regular condición física, desde luego a años luz de la de los marroquíes, menos pólvora que un petardo mojado y bastantes más fallos de los habituales en el pase en un plantel que borda el «tikitaka». Quedando demostrado, por enésima vez, que la obsesión por la posesión no es un pasaporte infalible al paraíso. Es más, tuvimos la pelota en nuestros pies el 82 por ciento del partido frente a Japón y un 77 por ciento contra Marruecos. Se veía venir. Las pasamos canutas frente al más que aceptable equipo del País del Sol Naciente y un combinado del montón nos mandó a casa tras un campeonato en el que hemos pasado con más pena que gloria y en el que pagamos caro, muy caro, a precio de oro apostillar­ía yo, la euforia desatada con la goleada frente a Costa Rica.

Ya lo advertí en mi titular del día después: «De momento, los mejores, pero Costa Rica es una banda». La suerte de España es consecuenc­ia de los caprichos y la soberbia de Luis Enrique. Alguien me tendrá que explicar, para empezar, por qué ha sido titularísi­mo un Ferran Torres que ha resultado un completo desastre, un bluff de proporcion­es mundiales y nunca mejor dicho. Que es un buen jugador nadie lo pone en duda, que es selecciona­ble, segurament­e tampoco; tanto como que no estaba para ser indiscutib­le ni muchísimo menos teniendo en el banquillo a peloteros como Carlos Soler, a Ansu Fati, a Nico Williams, a Yeremy Pino, a Sarabia e incluso a un Asensio al que podría haber reubicado perfectame­nte. Los números del yernísimo ante Marruecos lo dicen todo: cero disparos a puerta, cero centros

Alguien me tiene que explicar por qué ha sido titularísi­mo Ferran Torres

con acierto, cero pases clave, cero recuperaci­ones y ¡¡¡17 pérdidas de balón!!! Lo cual invita a pensar que nos hallamos ante un caso con inconfundi­ble aroma a nepotismo.

Fue salir Nico Williams y cambiar inmediatam­ente el partido: donde antes había atasco, él puso verticalid­ad e indiscutib­le peligro. Hemos echado en falta a Iago Aspas, Borja Iglesias, Sergio Canales y, por obvios imponderab­les del destino, a Gerard Moreno. Y se nos antojó inconcebib­le que Morata no estuviera sobre el terreno de juego desde el minuto uno. Por no hablar del empecinami­ento en el suicidio de un Unai Simón que, insisto, no es Manuel Neuer con el esférico entre los pies ni muchísimo menos. Dos lances del encuentro, en los que Marruecos no nos dio un susto porque Alá no quiso, ratifican que errar es de humanos, pero empecinars­e en el desatino es directamen­te del género tonto. Esto no es culpa del guardameta vitoriano sino del míster asturiano.

Ni siquiera nos quedará el consuelo de echarle la culpa a un trencilla, el argentino Fernando Rapallini, que permitió que nuestros adversario­s dieran leña a modo y manera marcando territorio desde el primer minuto. Y siempre nos quedará la duda de qué habría ocurrido si, en lugar de montar shows diarios en streaming, Luis Enrique hubiera optado por estudiar compulsiva­mente a los adversario­s como era costumbre en él. Alguien tendría que haber parado ese disparate. No queremos selecciona­dores carismátic­os, ni graciosos, sino eficaces. Nuestra desgracia empezó en Twitch.

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EFE Luis Enrique, después de la eliminació­n ante Marruecos

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