La Razón (Cataluña)

El destino de Ciudadanos

«La polarizaci­ón de nuestro hábitat político no ayuda a la superviven­cia de un partido de centro liberal»

- Vicente Vallés

ElEl titular de este comentario bien podría haber incluido el término «triste» delante de la palabra «destino». Y es de aplicación a cada uno de los intentos de la política española por crear y sostener con vida un proyecto de centro liberal.

Cuando nació Ciutadans en Cataluña, lo hizo con la vocación prioritari­a de representa­r a los catalanes españolist­as que no eran de derechas (por tanto, que no votaban al PP), y que se sentían abandonado­s por la deriva filonacion­alista del PSC. Pero al transforma­rse en Ciudadanos y dar el salto a la política nacional, se pudo comprobar que su votante mayoritari­o procedía del sector más centrista del PP. Los populares representa­ban al ciudadano liberal en lo económico y conservado­r en lo social, mientras que Ciudadanos ofreció una alternativ­a al votante liberal en lo económico y liberal en lo social.

El transcurri­r de los años y las vicisitude­s de la política han llevado a Ciudadanos a una jibarizaci­ón parlamenta­ria difícilmen­te recuperabl­e, mientras en su seno afloran las batallas internas para decidir quién hereda lo poco que queda.

Inés Arrimadas, Edmundo Bal y otros dirigentes que aún achican agua en el partido han demostrado su buen hacer en las institucio­nes. Pero cuando un avión entra en barrena, al piloto –sea Arrimadas o Bal– le cuesta levantar el morro del aparato y remontar el vuelo. Un ejemplo es el de Juan Marín en Andalucía, engullido por la crisis interna y por el empuje de Juan Manuel Moreno.

Ahora, Ciudadanos se enfrenta a la que podría ser su última posibilida­d de sobrevivir. La batalla por el liderazgo del partido se produce a pocos meses de las elecciones municipale­s y autonómica­s, y a un año de las generales. La polarizaci­ón que se ha adueñado de nuestro hábitat político no ayuda a la superviven­cia de un partido de centro liberal cuando, paradójica­mente, una opción de ese estilo aspira a ser, precisamen­te, un punto de encuentro entre las posiciones más moderadas de los partidos a su izquierda y a su derecha. Pero esa es la teoría. La práctica siempre es más compleja y establece sus propias reglas.

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