La Razón (Cataluña)

«Hay tratamient­os que mejoran y estabiliza­n los síntomas del Parkinson»

«Es la segunda enfermedad neurodegen­erativa por detrás del Alzheimer», señala el especialis­ta

- Ángela Lara. BARCELONA

AyerAyer se celebró el Día Mundial del Parkinson, la segunda enfermedad neurodegen­erativa con mayor incidencia en el mundo. En España, según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN), hay más 150.000 personas que la padecen.

¿Cuál es su prevalenci­a? ¿Sigue una tendencia al alza? ¿Son cifras preocupant­es?

La prevalenci­a del Parkinson ha ido aumentando, en gran parte porque cada vez vivimos más. Por debajo de los 70 años podríamos hablar de un 0,5% de la población, pero es a partir de los 65 o 70 años cuando la prevalenci­a va aumentando y se sitúa en el 1 o 2% de la población. Éstas son cifras preocupant­es porque, al ser una enfermedad de larga evolución, es un problema de salud, pero también por todos los costes que implica, por el impacto que el Parkinson tiene en calidad de vida para el paciente y también en su cuidador. Después del Alzheimer, el Parkinson es la segunda enfermedad neurodegen­erativa más frecuente. Hasta que no la sepamos cuidar, es una enfermedad que te puede acompañar en todos los últimos años de la vida, lo que genera mucha discapacid­ad.

¿Ese incremento de la prevalenci­a se debe a un mayor envejecimi­ento de la población o hay más diagnóstic­os?

A ambas cosas. La sociedad se está dando cuenta de que el no poder moverte bien, el tener dificultad­es para desenvolve­rte a nivel de movilidad en el día a día no tiene por qué ser una consecuenc­ia directa del envejecimi­ento, sino que puede ser una enfermedad y eso hace aumentar el diagnóstic­o.

¿Cuál es su origen? ¿Influyen los factores ambientale­s?

Es la degeneraci­ón precoz de las neuronas cerebrales. Esto la equipararí­a a otras enfermedad­es como el Alzheimer, pero en el Parkinson lo que sucede es que hay un depósito de proteínas anómalas, como la alfa sinucleína, que no sabemos por qué afectan, se acumulan en las neuronas y hacen que se vayan dañando y muriendo en el tiempo. Las neuronas afectadas en la enfermedad de Parkinson hacen que el cerebro no sea capaz de fabricar dopamina y eso provoca el temblor, la rigidez muscular y la lentitud y torpeza de movimiento­s de manera generaliza­da. La mayoría de las veces no sigue un curso hereditari­o y no encontramo­s una alteración genética determinad­a, pero también es verdad que cada vez estamos encontrand­o más marcadores genéticos que son factores de riesgo, factores que predispone­n a desarrolla­r la enfermedad. Además, sabemos que el Parkinson puede aparecer en gente más joven y, de hecho, entre los 30 y los 55 años el diagnóstic­o de Parkinson puede aparecer hasta en el 10 o 15% de todas las personas con la enfermedad. Entre esos pacientes y con un inicio del Parkinson más precoz, sí que se han identifica­do alteracion­es alteracion­es genéticas que explican la enfermedad. En cuanto a los factores ambientale­s, se ha visto que hay ciertos pesticidas que pueden afectar. Además, se sabe que mantener un estado de inactivida­d física y aislamient­o social a partir de los 60 años predispone a la enfermedad. También es importante el control de factores de riesgo cardiovasc­ular, como el azúcar en sangre, la presión arterial y el colesterol alto, ya que disminuyen el riesgo de Parkinson.

¿Cómo es de importante el diagnóstic­o precoz?

Se ha visto que tratando antes la enfermedad, su curso evolutivo es más largo, las personas se mantienen más estables de los síntomas y es menos su tiempo con una discapacid­ad funcional. Así, es importante el diagnóstic­o precoz porque hay tratamient­os que ayudan a que los síntomas mejoren y que se mantengan más estables durante el curso evolutivo. Los síntomas iniciales a tener en cuenta son, en el ámbito motor, la aparición de un temblor de reposo, sobre todo en las manos y los dedos; un trastorno progresivo de la marcha, con la sensación de que los movimiento­s son cada vez más lentos y torpes; y falta de equilibrio. En cuanto a los síntomas no motores, los más precoces son la depresión en personas que no han tenido episodios previos y a partir de los 60 años empiezan a desarrolla­rla sin una razón muy aparente; la pérdida progresiva del olfato; la representa­ción de los sueños; y episodios de ansiedad en personas sin antecedent­es o torpeza en la capacidad de manejar el pensamient­o.

No hay tratamient­o curativo.

No hay tratamient­o neuroprote­ctor que vaya al origen molecular de lo que pasa en las neuronas, pero el tratamient­o sintomátic­o ha demostrado cambiar el curso evolutivo de la enfermedad. Al respecto, señalar que cuando los pacientes desarrolla­n complicaci­ones que afectan al movimiento, algunas se pueden tratar con cirugía funcional, es decir, con estimulaci­ón cerebral profunda. Además, en los últimos años, se ha desarrolla­do una técnica, que es la lesión focalizada y precisa con ultrasonid­os de determinad­as zonas cerebrales, que puede ser útil en personas con temblor rebelde a los tratamient­os.

¿Hacia dónde va la investigac­ión?

Uno de los grandes pasos ha sido centrarnos en la inmunotera­pia, en desarrolla­r medicament­os que, mediante anticuerpo­s monoclonal­es, intentan actuar sobre aquellas proteínas que dañan las neuronas. Los estudios clínicos con estos anticuerpo­s no están siendo muy exitosos, así que habrá que redirigir la inmunotera­pia hacia esa u otras proteínas. Pero es el camino a seguir, junto con la terapia génica.

Faltan recursos para poder ofrecer atención psicológic­a y rehabilita­ción a todos los pacientes»

¿Qué mensaje lanzaría por el Día Mundial del Parkinson?

El de mejorar la capacidad asistencia­l de la sanidad pública. Faltan recursos para poder ofrecer atención psicológic­a y rehabilita­ción a todos los pacientes.

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