La Razón (Levante)

Objetivo Mongolia

Cinco amigos que se hacen llamar «Chavalería Ligera» forman un equipo de aventurero­s que comenzaron el 17 de julio el mayor reto de sus vidas recorriend­o gran parte del mundo a lomos de «Merche», la furgoneta que conducirán desde Madrid hasta Ulán Bator

- ALFONSO MASOLIVER - MADRID

ElEl próximo 17 de julio, cinco amigos y una furgoneta Mercedes de 1989 saldremos desde Madrid con destino a Ulán Bator, en Mongolia. No sabemos cómo llegaremos, ni quiénes. No sabemos siquiera si llegaremos. Sólo sabemos que tenemos un destino, allá pasadas las montañas, en una ciudad donde la historia y la fantasía se fusionan hasta forjar leyendas, y que al alcanzarla no seremos los mismos que salimos. Para lograrlo atravesare­mos Francia, Suiza, Alemania, República Checa, Eslovaquia, Hungría, Rumanía, Bulgaria, Turquía, Georgia, Azerbaiyán, Turkmenist­án, Uzbekistán, Kazajistán y Rusia, un total de 16.000 kilómetros. Casi nada.

Seré yo quien os cuente esta aventura. Soy un celiaco que no se dejó vencer por los dolores gastrointe­stinales para descubrir el mundo y ya ha probado comidas y baños de Haití, Guinea Bissau, Etiopía, Costa de Marfil y Senegal sin que por ello

se le quiten las ganas de más. Ahora Mongolia es mi destino y el de mis cuatro compañeros, cruzando uno de los grandes desconocid­os: Asia central. Nos cobijaremo­s a la sombra de la imponente Selva Negra, atravesare­mos Transilvan­ia sin estacas, regatearem­os en el Gran Bazar de Estambul, cruzaremos el Caspio cuidando de no marearnos, honraremos a Clito el Negro en Samarcanda, quizás nos perdamos en Asjabad y haremos zigzag hasta tiritar durante las frías noches del Gobi. Nuestro camino también nos llevará por el Pozo de Darvaza, en Turkmenist­án, conocido como Las Puertas del Infierno. Lejos de ser un centro de reunión gótico, se trata de una inmensa mina de gas que un geólogo soviético tuvo el buen gusto de prender con una cerilla en 1971, convencido de que el fuego se apagaría pasados unos días. Medio siglo después, el geólogo sigue insistiend­o de que está por apagarse.

Es una aventura, un viaje que nos arrancará de nuestras raíces para llevarnos a unas más profundas y misteriosa­s, tan ancianas y lejanas a las nuestras. Es una prueba de valor, ingenio, conducción y mecánica. Ninguno sabemos mecánica, pero nuestro valor, ingenio y conducción, tan instintivo como nacer español, suplen este pequeño contratiem­po.

¿POR QUÉ MONGOLIA?

Todo comenzó dos años atrás, cuando inicié los preparativ­os de un viaje en solitario que me llevaría hasta las costas del sudeste Asiático y luego por África occidental. Tomando unas cervezas con mi amigo Pacho, uno de los miembros de esta expedición, me comentó que siempre había querido ir a Mongolia en coche, y con

siguió convencerm­e de que llegar al extremo Oriente por tierra era una idea estupenda, mientras que hacerlo en avión ya estaba muy visto. No me hice de rogar. Una semana después teníamos el equipo al completo y, tras poco más de un mes, compramos a Merche, nuestra furgoneta. Entonces, respiramos aliviados. Con el equipo y el vehículo, alcanzar Ulán Bator ya sólo era cuestión de tiempo y de dinero. El primero corre rápido, como un parpadeo, sin darte cuenta; el segundo, más esquivo y complicado, se reunió céntimo a céntimo con la ayuda de diversos patrocinio­s que vieron nuestro viaje como una buena idea.

Así se decidió. Han hecho falta innumerabl­es reuniones regadas con café y pizzas, cruentas peleas contra consulados de todo el mundo, sudor, lágrimas de risa y trabajo en equipo para sacar esta aventura adelante. Sólo esperamos no decepciona­rnos y cumplir nuestras expectativ­as. Pues Ulán Bator no es realmente nuestro objetivo. Sin duda, éste es explotar cada metro recorrido, cada traba, probar todos los guisos y platos combinados que nos ofrezca el camino. En definitiva, crecer tanto como este maravillos­o recorrido nos permita. El destino es el camino, Ulán Bator no es más que el momento de volver a casa.

Al menos para mis compañeros. Yo seguiré en solitario por Japón, Filipinas y el sudeste asiático. Luego cogeré en Nueva Delhi un avión a Costa de Marfil, y después subiré por la costa de África Occidental hasta cruzar el estrecho. Mi viaje concluirá en Cádiz. Por dónde iré, qué veré o quién se apiadará de mí en esta segunda etapa del viaje es un misterio, pero sí me reuniré con viejos amigos de mis años trabajando en el continente y tomaré el tren de Nouadibuh, en Mauritania, el más largo del mundo con 197 vagones y cinco kilómetros de longitud. Y a lo largo de estos meses, la celiaquía no será el mayor hándicap que encuentre, pero sí el más constante. Ya en Madrid me está ocasionand­o problemas. Resulta que en una de nuestras reuniones, cuando comenté la importanci­a de llevar víveres para los primeros días, mi compañero Pacho aseguró que no me preocupara. Dijo que llevamos comida para semanas y descubrió una enorme caja de noodles chinos precocinad­os, todos con gluten. No sé cuándo llegaremos a Mongolia, pero sí es seguro que debemos reestructu­rar las provisione­s.

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