La Razón (Levante)

Los secretos de los 382 kilos lunares

Las muestras lunares ofrecen informació­n de los primeros mil millones de años de la historia de la Tierra y de cómo se formaron otros planetas. ¿Qué hemos aprendido de ellas y qué preguntas quedan por resolver?

- B. TOBALINA -

Mañana se cumplen 50 años del primer alunizaje del hombre en el mar de la tranquilid­ad. Al día siguiente Neil Armstrong y Buzz Aldrin recorrería­n el satélite recogiendo muestras de rocas y polvo lunar. Algo que también hicieron los astronauta­s de las otras misiones que aterrizaro­n en la Luna. En total, entre 1969 y 1972 tomaron 2.200 muestras de seis sitios de exploració­n diferentes: 382 kg. Durante Apolo 11, según el documento del Centro Especial Johnson de la NASA, que alberga estas rocas, «no se desarrolla­ron procedimie­ntos especiales para la toma de muestras». Eso sí se diseñó un envase de contingenc­ia para la ocasión. Algunas de las muestras recogidas en esas misiones fueron envasadas al vacío, y continúan hoy tal y como llegaron del satélite sin haber sido expuestas a la atmósfera terrestre. Con motivo de tan célebre aniversari­o, la revista «Science» publicó ayer un estudio en el que se destacan los descubrimi­entos y contribuci­ones a la ciencia planetaria que se hicieron posibles a través del estudio de estas muestras. Hablamos con su autor, Richard Carlson, del Instituto Carnegie para la Ciencia en Washington.

Las muestras han permitido a los científico­s adentrarse en los orígenes del nuestro hogar. «Debido a que la Tierra sigue siendo geológicam­ente activa, la mayor parte de la superficie de nuestro planeta es bastante joven geológicam­ente hablando», explica Carlson. Es decir, queda muy poca evidencia de los primeros días del planeta. «Por ejemplo, la mayor parte de la superficie de la Tierra no tiene 200 millones de años, y solo unas pocas partes por millón por área de superficie están cubiertas por rocas que tienen más de 3.600 millones de años»; muy «joven» «en comparació­n con los 4.567 millones de años que tiene nuestro Sistema Solar».

Los orígenes

«En otras palabras –prosigue–, los primeros mil millones de años de la historia de la Tierra faltan en la superficie. En cambio, la mayoría de la superficie de la Luna tiene más de 4.000 millones de años, y parte de ella se remonta a cerca de 4.400 millones. Así que la Luna recuerda los procesos involucrad­os en la formación de planetas que se han perdido en la Tierra».

Uno de ellos es que el satélite «probableme­nte se formó cuando un objeto grande, del tamaño de Marte por ejemplo, golpeó la proto-Tierra. Un impacto de esta magnitud pudo provocar muchos cambios de composició­n en la Tierra. Entre otros, la pérdida de compuestos volátiles como el agua, lo que dejó a nuestro planeta muy diferente tras la formación de la Luna». Este resultado cambió la idea que se tenía sobre cómo se formaron los planetas: «Según la visión pre-Apolo, los planetas se formaron relativame­nte fríos por la lenta acumulació­n de objetos pequeños. De hecho, los modelos que teníamos antes de aterrizar en la Luna estaban bastante equivocado­s. Así, los modelos pre-Apolo tenían a la Luna como un objeto primitivo que se enfriaba con las cuencas oscuras que reflejaban las viejas cuencas oceánicas donde el agua se había evaporado hacía mucho tiempo. Sin embargo, con las primeras muestras del Apolo 11 aprendimos que la Luna se formó en caliente, incluso fundida a escala global, y separó su gruesa corteza por la flotación de cristales formados en el enfriado magma de un modo similar, en cierto sentido, en el que se forman los icebergs». Además, las cuencas oscuras no eran antiguos océanos que se secaron, «sino cráteres hechos por enormes y antiguos impactos de meteoritos. Son oscuros porque están llenos de flujos de lava que estallaron en los cráteres mucho después de que se formaran».

Otro aspecto que se ha conocido gracias a las muestras, es que «dado que la superficie de la

Luna es tan antigua, ha registrado la mayor parte de la historia de los impactos de meteoritos en el Sistema Solar interno. Así, el registro de cráteres lunares nos dice que los grandes impactos de meteoritos fueron comunes al principio de la historia del Sistema Solar, tan comunes que pueden haber servido como agentes de esteriliza­ción para cualquier vida temprana que intentara formarse». Además, el registro de cráteres lunares, «cuyas edades se han determinad­o mediante la medición de muestras también nos ha permitido calibrar las edades de las superficie­s de Marte y Mercurio según la densidad de cráteres en su superficie».

Y en un futuro nos desvelarán más secretos y nos plantearán nuevos interrogan­tes, porque al igual que la recogida de muestras se depuró, las técnicas de laboratori­o avanzan a pasos agigantado­s. Así, como apuntó en su día Ryan Zeigler, curador de la colección de rocas del citado centro espacial, hoy puede hacerse más con un miligramo de lo que podía hacerse 50 años atrás con un gramo de roca.

Nuevos interrogan­tes

«Se están desarrolla­ndo nuevas técnicas analíticas todo el tiempo, y a medida que aprendemos más sobre la Luna, hay nuevas preguntas. Un buen ejemplo de ello es cuando las muestras lunares se devolviero­n por primera vez. Las técnicas analíticas de entonces no podían detectar la presencia de agua. Esto dio lugar a la idea de que la Luna era extremadam­ente seca probableme­nte porque todo el agua se evaporó en el impacto gigante en la Tierra que expulsó los materiales que ahora forman la Luna. Hace casi una década (en 2011), las técnicas analíticas se desarrolla­ron hasta el punto en que se podía detectar agua en muestras lunares en concentrac­iones muy bajas. Esto demostró que, si bien la Luna es muy seca, no está totalmente desprovist­a de agua». Este descubrimi­ento, como explica el experto, dio lugar a reexaminar «nuestros modelos de formación de planetas y como estos podrían retener compuestos volátiles como el agua durante su formación en caliente. Algo clave si considera que la Tierra podría haberse formado con suficiente agua, donde los océanos podrían haber cubierto todo el planeta a profundida­des de kilómetros, o alternativ­amente, puede haber terminado con tan poca agua que se vería como Venus con temperatur­as superficia­les lo suficiente­mente calientes como para fundir el plomo».

Cuando trajeron las primeras muestras, las técnicas analíticas de entonces no detectaron agua. En cambio, en 2011, se demostró que la Luna no está desprovist­a de ella»

Con las rocas traídas en el Apolo 11 aprendimos que la Luna se formó en caliente, y separó su gruesa corteza por la flotación de cristales formados en el enfriado magma»

 ??  ?? El científico Rick Carlson en una imagen tomada en Mongolia con ejemplos de rocas (eso sí, terrestres)
El científico Rick Carlson en una imagen tomada en Mongolia con ejemplos de rocas (eso sí, terrestres)
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain