La Razón (Levante)

«GÉNESIS», TODOS TENEMOS QUE SALIR DEL ARMARIO

PHILIPPE LESAGE PLANTEA DE FORMA SUTIL LAS AMARGURAS DEL PRIMER AMOR A TRAVÉS DE DOS HERMANOS CANADIENSE­S

- Gonzalo Núñez - Madrid

PhilippePh­ilippe Lesage es un cineasta que bebe más de la tradición literaria que fílmica. Por ejemplo (y esto es fundamenta­l en su cine) no cree en el tan cacareado «arco dramático», el sanctasanc­tórum de los guionistas. «El cine exagera ese arco, muestra muy acusadamen­te el cambio que se opera en los personajes desde el principio al final de la cinta», señala el director de «Génesis», una nueva joyita silente que viene a reafirmar la trayectori­a de este franco-canadiense que ya sorprendió con «Los demonios». Todo lo que se cuenta en «Génesis» es cotidiano y a la vez único, como lo que sucede en la adolescenc­ia de cada uno de nosotros. «Es un periódo al que no quisiera volver –confiesa–, pero es el que más me interesa para hacer películas». Las vidas de Guillaume y su hermanastr­a Charlotte se verán solivianta­das en este filme por ese primer amor que a todos nos llega antes o después y que cambia nuestra forma de afrontar la vida, nos obliga a crecer y a entender que no todo es blanco o negro, y que lo que proporcion­a placer también genera dolor. «Estos personajes persiguen sus sentimient­os sin miedo a hacerse daño», señala el director. Guillaume, el fanfarrón de la clase, interno en un colegio de élite solo para chicos en Quebec (que bebe directamen­te de la biografía del propio Lesage), descubrirá que lo que siente por su mejor amigo es más que amistad, pero su búsqueda de sí mismo, entre discos de The Smiths y novelas de Salinger, le saldrá cara. Al igual que su hermamás

nastra, que da el paso de dejar al novio de toda la vida para buscarse problemas con un treintañer­o. «El amor es la fuerza originaria. Solo se siente de esa manera una vez, en la adolescenc­ia y duele, evidenteme­nte, pero es algo que todos tenemos que pasar». Lesage sorprende, además, una vez ha agotado la historia de estos dos hermanos políticos, con una especie de coda que no tiene un vínculo evidente con el resto del filme. Son 20 minutos finales de la historia de Félix, un niño aún joven que ya conocimos en «Los demonios». Aquí vemos su primer escarceo amoroso en un campamento, transcrito de forma natural, sin ningún tipo de afectación, como sucede en todo un filme que ganó la Espiga de Oro en la Seminci de Valladolid. No es el de Lesage un cine de vocación masiva, pero sin duda es una de las voces más sugestivas de la actual cinematogr­afía canadiense.

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